Este año el 9 d’Octubre cobra un protagonismo especial por cumplirse el 40 aniversario del Estatuto de Autonomía. Este aniversario me ha hecho volver la vista atrás para ver desde dónde partíamos y en qué punto nos encontramos ahora.

Y en el intento de evocar aquellos años iniciales de nuestra autonomía me ha venido a la cabeza la multitud de anuncios en televisión de empresas valencianas como Ferry’s, Abanderado, Famosa, Lois, Reig Martí y tantas otras que con esa presencia constante en televisión daban una idea de la fortaleza económica de la Comunidad Valenciana en industrias tan dispares como la textil, la del mueble, la del juguete o la agrícola. Una fortaleza que nos deparó un protagonismo indiscutible en el conjunto de España.

¿Y ahora? Pasados 40 años, nuestra economía, más allá de la factoría Ford y la cerámica, prácticamente se ha quedado centrada en el sector servicios, especialmente el turismo. ¿Esto es bueno o malo? Dependerá sobre todo de si es un turismo de calidad, de si crea empleo de calidad y de si, como resultado de su actividad económica, proporciona calidad de vida a los valencianos. En cualquier caso, lo que constato es que la situación de hoy está muy lejos de poder compararse a la de entonces.

Hoy nos encontramos en desigualdad con otras comunidades autónomas básicamente por una financiación injusta e inmerecida. El 68 % del origen de nuestra deuda pública viene de la infrafinanciación, según señala la Sindicatura de Comptes. Somos también la comunidad con mayor deuda pública en relación con el PIB en el cuarto trimestre de 2021, según el Banco de España, y en la media de los últimos 20 años, somos la autonomía con menor índice de financiación per cápita.

Pero tampoco podemos achacar toda la culpa a este injusto sistema de reparto del Gobierno central. La corrupción imperó a sus anchas durante años, lo que sumado a la falta de criterio y proyección durante décadas nos ha dejado donde estamos hoy. Solo aquí se cerró una televisión autonómica y el destrozo financiero de años atrás se cebó en nuestro territorio como en ningún otro lugar, arrebatándonos el Banco de Valencia, Bancaja y la CAM.

Ha habido, pues, falta de proyecto, unos y otros no han creído en Valencia y, desde luego, no han sabido gestionar una comunidad con el talento y las posibilidades que ofrece la Comunidad Valenciana.

Como muestra de esa mala gestión, el pasivo de la Generalitat en el 82 era de 33 millones de euros. Hoy es de 56.000 millones. Es verdad que en el inicio de nuestra autonomía las competencias transferidas eran mucho menores. Pero si nos vamos a la última década, el dato es tremendamente revelador y demoledor: 20.879 millones de deuda en 2010 y 56.022 millones en 2020.

Así pues, si hoy es un día para reivindicar que nos merecemos el mismo trato que cualquier otra autonomía, es también un día para exigirnos a nosotros mismos y para reflexionar si el bipartidismo nos ha convertido en la comunidad autónoma que nos merecemos.

En mi opinión no. Creo que 40 años de bipartidismo nos han llevado a una situación de desventaja. Por eso, es el momento de reclamar gestión, buena gestión, más allá del modelo bipartidista de derechas e izquierdas. De reclamar proyecto y concienciación de ser valenciano.

Hoy honramos nuestra Senyera, nuestro himno, nuestra lengua. Pero creo que el concepto de valencianismo tenemos que llevarlo más allá de nuestras señas de identidad y trasladarlo también a un concepto económico. Porque ser valenciano ha de ser también pagar aquí nuestros impuestos o consumir en la medida de lo posible los productos valencianos para apoyar a nuestras empresas.

Y, sobre todo, exijamos una mejor gestión. ¿Soportaría la Generalitat una auditoría de gestión de recursos? Debería someterse a una para que supiéramos cuánto dinero se puede ahorrar gestionando mejor, y que ese dinero sobrante volviera al bolsillo de los valencianos. No hablo de recortar servicios, hablo de una gestión más eficaz para que luego no tengan que aumentar las cargas impositivas porque las cuentas no les salen.