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El triunfo de los valores

FuFrancesc Javier Puchol, “Puchol II” es el primer campeón del Trofeu Ma a Mà. Se trata de una iniciativa de la Fundació en el intento de aportar novedades que atraigan a los aficionados. Se ha optado por la pureza del mano a mano, eliminado la acción de los “feridors”. Sin duda es un paso valiente. Ocurre que el jugador que está en el “dau” juega con mucha ventaja, probablemente excesiva. Quizás habría que poner alguna limitación a ese primera pegada con una línea de pasa en el resto para dar más posibilidades al que resta. Así ocurre en el frontón y así ocurre en nuestro hijo, el tenis. Pero doctores técnicos tiene este deporte, que saben lo que hacen y seguro que ya están dándole vueltas al asunto. En todo caso ahora toca hablar de ese pedazo de campeón que es el pelotari de Vinalesa.

En la final del pasado sábado hizo una completa exhibición de sus poderes. Lo hizo frente a un pelotari que llegaba cargado de moral y que disputaba su primera final individual. Francés es un pelotari con una técnica de primer nivel, dominador de todas las pegadas, con una poderosa izquierda de la que dejó evidencia en algunas bellas jugadas.

Frente a ese rival, Puchol exhibió todo su potencial: hizo un “dau” perfecto, restó “ per davant” obuses del rival, siempre estuvo en su sitio, anticipándose a la idea que pudiese crear el rival. Se mueve como una gacela, se contornea en los rebotes con elegancia exquisita. Y no falla. El sábado no le contabilizamos yerros destacables. Hoy es una máquina perfecta contra la que es muy difícil batallar.

Alcanzar el grado de perfección técnica de Puchol II no es fruto de una gracia especial, concedida por misteriosos poderes. No se nace pelotari con esas facultades. Puchol nació en el seno de una familia comprometida con este deporte, en un pueblo , Vinalesa, que cultiva el amor por todo lo que nos identifica y por el deporte heredado. Creció con el ejemplo de su padre, elegante y carismático pelotari, con el ejemplo de la tenacidad de su abuelo Valero y creció en su perfeccionamiento gracias al trabajo perseverante, sin ponerse más meta que luchar por alcanzarla cada vez más alta. Ser el número uno de nuestro deporte, en su modalidad más excelsa técnicamente, no es un camino de rosas, se requiere tener claro que para crecer necesitamos tareas que nos parezcan superiores a nuestras fuerzas. Lo fácil nos encoje, nos debilita. En una sociedad donde se ensalza el triunfo fácil, nuestro campeón se erige en un ejemplo de los mejores y auténticos valores. En un ejemplo de verdad. Puchol optó desde niño por un deporte difícil, que duele en las manos, que requiere de un perfeccionamiento diario sin desmayo. Disfrutamos de un gran campeón, que, además muestra la ética de la generosidad intrínseca a este deporte. En una final tan importante levantó la mano dando por perdido un “quinze” que sólo él podía dar porque en la televisión no se vio que jugara de segundo bote. ¿Se imaginan a un futbolista negándose a aceptar un penalty pitado a su favor porque sabe que se ha tirado adrede? Pues eso es impensable en los valores de la Pilota. ¿Merece o no merece la pena amar este deporte?

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