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Aquellos tiempos de la zarzuela

Aquellos tiempos de la zarzuela

Me confieso de aquellos melómanos a cuyo amor a la música hemos llegado gracias a iniciarnos en la zarzuela. Era yo apenas un niño de once años cuando mi abuelo me llevó al desaparecido Teatro Lírico de Palma de Mallorca, a ver una función de zarzuela con un programa doble: La Reina Mora y El Dúo de la Africana. Aquella función me impactó tremendamente y, a partir de entonces, nació en mí el gusanillo por el género lírico, que se amplía luego a la ópera y otros géneros de música. Aún recuerdo aquellas representaciones capitaneadas por Francisco Bosch o Antón Navarro, que venían a los teatros de Valencia normalmente.

Aún llegué a ver en la Plaza de Toros a Miguel Ligero, representando La Verbena de la Paloma donde daba vida a Don Hilarión, haciendo de este personaje su auténtico caballo de batalla. También recuerdo, en septiembre de 1957, la representación en el mismo lugar de La Francisquita, en la que debutaba un jovencísimo y todavía muy poco conocido Alfredo Kraus, gran tenor lírico.

En aquella época, las compañías de zarzuela solían hacer dos representaciones distintas al día, una por la tarde y otra por la noche. A veces, los domingos, hacían hasta tres: una a las 15:30h, otra las 19:00h y otra a las 23:00h. Recuerdo concretamente una de ellas, presentada en el desaparecido Teatro Apolo de Valencia -situado en la calle Don Juan de Austria- a la cual acompañaba el gran barítono Manuel Ausensi, allá por el año 1959. Esta compañía presentó, aparte de diversas zarzuelas, dos obras importantes como son Las Golondrinas de Usandizaga, ópera española de ambiente verista, y en El Barbero de Sevilla una auténtica creación en el personaje de Fígaro por el barítono catalán.

También recuerdo haber llegado a oír a Marcos Redondo, junto con la soprano valenciana Francisca Caballer, en un homenaje que se le rindió a Concha Piquer en el Teatro Principal en el dúo de La Canción del Olvido, representación auténticamente memorable, contradiciendo al título de esta zarzuela. En 1960, también en el Teatro Apolo, se presentó una compañía que se llamaba Pablo Sorozábal, que representó varias zarzuelas de este autor, entre las que se pueden citar las no muy conocidas Don Manolito y Black, el payaso, además del estreno de Las de Caín, también de Sorozábal. Ni que decir tiene que estas representaciones fueron dirigidas por su autor.

En 1961 se presentó en el Teatro Principal de Valencia la Compañía Lírica de Tamayo, que puso en escena obras de nuestro repertorio: Bohemios, Los Gavilanes, Pan y Toros, y unas maravillosas representaciones de La Viuda Alegre, tributo a la opereta vienesa. Representaron también Doña Francisquita con un reparto de lujo: Pedro Lavirgen e Inés Rivadeneyra, esposa del profesor de viola de la Orquesta Nacional, Argimiro Pérez Cobas, por otra parte gran persona y entrañable amigo. En esas funciones de la obra de Vives destacaban en el papel protagonista la valenciana Ana María Olaria, hermana del cantante de música moderna Tito Mora, y Gerardo Monreal. La orquesta la dirigía un jovencísimo Benito Lauret, que a lo largo de tiempo sería director de la Orquesta de Valencia. Tres años después, la misma compañía junto con varias representaciones del género lírico español, presentaría la ópera Carmen casi con los mismos intérpretes.

También nos viene a la memoria la compañía de Mendoza Lasalle, que se presentó en el Teatro Principal en noviembre de 1962. Entre otros muchos títulos, nos dio a conocer en Valencia la obra de Guridi, El Caserío, auténtica obra maestra del autor vasco y que rezumaba influencias francesas. No puedo dejar de mencionar Maruxa, de Amadeo Vives, y La Bruja de Chapí, que luego veríamos en nuestro Palau de les Arts en su primera temporada.

Estas son las funciones que uno recuerda porque, a partir de la temporada 65-66, van siendo menos frecuentes las visitas de compañías de Zarzuela a nuestra ciudad, prácticamente hasta casi desaparecer del mapa, con la excepción de la compañía de Antonio Amengual. Hoy se han perdido esos cómicos que llegaban a hacer hasta tres representaciones diarias, y se ha sustituido por dar a la Zarzuela la forma de producción operística; con varios ensayos, un plantel de escenógrafos y directores de escena, además de un trabajo serio y riguroso de los cantantes. De todos modos, aquellos tiempos de esas antiguas zarzuelas son dignos de tener en cuenta y emocionan al que alguna vez disfrutó de ellas.

*Melómano y profesor de Filosofía

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