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Imágenes para la conciencia

Rocío Villalonga

Imágenes para la conciencia

Rocío Villalonga ha vuelto. A decir verdad nunca se fue, aunque en Valencia hacía mucho tiempo que nada veíamos de ella. Y su presencia ha sido con una muestra de lo más actual y controvertida. La migración, o más concretamente la llegada de inmigrantes a nuestras fronteras europeas. ¿Dejamos que esas cientos de familias irrumpan en nuestro continente, o las dejamos morir en medio del Mediterráneo? ¿Arriesgamos nuestra medianamente placentera vida permitiendo que de entre los miles que consiguen alcanzar nuestras tierras haya algún indeseable, o les cerramos las puertas a todos? ¿Permitimos que accedan a nuestros sistemas de educación y servicios médicos o les proscribimos el acceso? ¿Afrontamos el hecho de que nos invadan con sus costumbres, ritos y religiones como no se cansa de exponer Marine le Pen o nos enriquecemos culturalmente adoptando parte de sus tradiciones? ¿Cambiamos el discurso, tanto la derecha con su intolerancia, como la izquierda subestimando que la inmigración puede llegar a ser, es de hecho, un problema?

Pero no es ésta la exposición en la que encontrarán las respuestas. Villalonga observa, y atenta a su entorno, realiza un relato de esos centenares de rostros anónimos, hombres, mujeres, niños, ancianos y jóvenes que luchan por conseguir un futuro mejor, un viaje cargado de esperanzas metidas en una maleta. Un baúl que, probablemente sea lo único que acabe flotando hasta llegar a la costa. Imágenes veladas por una bruma, la meteorológica, pero sobre todo también por esa en la que las diferentes comunidades europeas se van envolviendo, haciendo la visibilidad cada vez más opaca. La ausencia como presencia, desaparecer en un punto para aparecer en otro, que venía a decir el psicoanalista francés Jacques Lacan. Barcazas a la deriva donde, en diferentes idiomas, se invoca En nombre de Dios.

Desde muy temprano, a lo largo de su creación artística, Rocío Villalonga siempre ha procurado trasladar a sus obras su preocupación por la sociedad en la que vive, reflejar a través de sus esculturas e instalaciones el escenario en el que nos movemos y cuestionarlo. Pero Rocío no lo hace desde el drama o el desgarro. No verán en esta muestra rostros crispados o en sus últimos momentos de existencia. La artista plantea la situación, el espectador llega a sus propias conclusiones. En este aspecto, el comisario de la muestra, Pérez Pont, tampoco le otorga un halo dramático y por el contrario escoge como metáfora de una realidad donde se conjuga el viaje, el destino y la muy probable muerte, la vida de las mariposas Monarca, insectos que también emigran «buscando ponerse a salvo, persiguiendo un sueño de una vida mejor ante el fracaso de unos derechos humanos universales que, en realidad, no son más que tinta seca sobre papel». Una imagen, la de la mariposa, realmente poética. La palabra, la poesía solía acompañar a esta artista en sus creaciones. Esta vez, muy de acuerdo con el montaje, la palabra queda ahogada en algún mar de ese fatal periplo.

Con todo, de las piezas más atractivas de la exposición, sin duda destacaríamos las fotografías digitales de los puentes. Al igual que las imágenes de las barcas, aquí también Villalonga fotografía los paisajes desenfocándolos, desdibujándolos, cuestionando la idea de si los puentes sirven de acercamiento, de tender la mano al prójimo, de una unión entre culturas o por el contrario se edifican para mantener la separación entre mundos totalmente opuestos. A pesar de la niebla que los envuelve, los puentes son perfectamente reconocibles, y esto es probablemente el mejor acierto de la artista, al haber elegido imágenes que son símbolos universales de una ciudad que, dicen, siempre acoge al de fuera. De nuevo, Villalonga crea toda una correspondencia de imágenes en la que los miles de candados que se vislumbran entre las estructuras de acero de las barandillas, remiten a los candados de las maletas, que en su deriva, llegarán a nuestras costas, abandonadas, sin sus propietarios.

*Crítica de Arte

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