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Nuevos artistas nuevas fallas

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Nuevos artistas nuevas fallas

De la legendaria falla King Kong de los años 70 a las novedades incorporadas por Manolo Martín, Ortifus o Sento Llobell en los 80, los monumentos falleros no han dejado de sentir la llamada de la renovación moderna por más que a cuenta de pequeñas minorías artísticas

Al viejo lema de Karl Marx y Federico Engels: «Un fantasma recorre Europa, el fantasma del comunismo» que imprimieron en el Manifiesto Comunista en 1848, le ha sustituido, en la escena artística fallera, un nuevo lema: «Un fantasma recorre las Fallas, el fantasma de la modernidad».

Aunque parezca inadvertido, todavía, en el contexto multitudinario de los 400 monumentos falleros anuales que hacen posible más de 100.000 personas y el apoyo puntual, año tras año, del Ayuntamiento de València a través de la Junta Central Fallera, hace más de una década, que la estética de las Fallas está paso a paso cambiando.

Precisamente hace ahora cuarenta años, en plena transición democrática, un grupo de jóvenes universitarios de la capital valenciana, entre los que se encontraban el arquitecto Alejandro Escribano; el político socialista Sánchez Ayuso (1941-1982) y el diplomático Fernando Villalonga, se comprometían con el estudiante Julio Tormo, que tuvo la idea de promover una falla renovadora en su barrio con el nombre peculiar de King Kong (1978). A la Falla propiamente dicha, añadieron, según es tradición, la edición de un «llibret de falla» con las más destacadas firmas del nacionalismo cultural de la época: Joan Fuster (1922-1992), Sanchis Guarner (1911-1981) y Josep Vicent Marqués (1943-2008) a los que se sumarían diversos artistas del cómic. Estamos hablando, pues, del primer intento de renovación de las Fallas. Aquel ejemplo, innovador, sería devorado por el peso de una fiesta tradicional que al paso de los años había sido controlada y manipulada por el franquismo (1939-75).

Fijar la fecha exacta en la que se producen los primeros atisbos de modernidad en las Fallas, en términos conceptuales y estéticos, es difícil determinarlo. En cualquier caso vienen a la memoria algunos artistas falleros como Ricard Rubert (Valencia, 1924) y Alfredo Ruiz (Valencia, 1944). Esa línea renovadora de las Fallas tiene en la calle Corona-Mossén Sorell un ejemplo de modernidad en los inicios del tercer milenio con aquel «rectángulo horizontal rojo» que dejó perplejos a muchos de los visitantes del festejo artístico en honor a San José Artesano. El propio Alfredo Ruiz diría entonces: «Mover costumbres no es fácil.»

Los ejemplos mencionados, aislados en su momento, tendrían su continuidad por el interés puntual de algunos artistas plásticos en el mundo de las Fallas. Nos referimos tanto a carpinteros modélicos como Manolo Martín, como a artistas notables como Sigfrido Martín Begué (1959-2011), Pistolo, Miquel Navarro, Carmen Calvo, Sento Llobell, Ortifus, etc que hicieron alguna falla (Martín Begué, Ortifus) o colaboraron en algunos de los monumentos artísticos.

A la hora de hablar de nuevos artistas falleros, con un concepto distinto de las Fallas y una estética completamente renovadora, hay que citar por lo menos tres ejemplos: la valenciana Anna Ruiz; el italiano Giovanni Nardin y el arquitecto Miguel Arraiz.

Anna Ruiz y Giovanni Martin, trabajan juntos hace años. En el 2017 y con motivo del proyecto de la falla infantil municipal, Anna Ruiz decía en un medio local: «Sabemos que hay otro público que quiere ver otro tipo de falla. Queremos abrir la mente a la ciudadanía: las Fallas no deben ser cerradas, pertenecen a una ciudad en la que hay muchas sensibilidades». Por su parte, Giovanni Nardin, en ese mismo medio y sobre el termino de artista fallero añadía: «Bajo esta etiqueta hay un gran abanico, hay de todo. Siempre intentamos corregir y decir que somos artistas plásticos, hagamos o no fallas».

Algo parecido le ocurre al arquitecto Miguel Arraiz que compagina la arquitectura con la realización de proyectos falleros desde hace unos diez años. Arraiz también empezó haciendo fallas infantiles, como la primera que realizó con el lema: «L'odisea del orxateitors» (2009). Luego, al paso de los años, se ganó la confianza del «casal» de las calles Castielfabid-Marqués San Juan donde ha hecho fallas con nuevos materiales y estética completamente renovadora, como fue el caso de «No prestes atención al hombre detrás de la cortina» (2011) o «Tinc nostàlgia de futuro» (2012), dedicada en cierto modo a Renau.

Miguel Arraiz, que asombró a medio mundo plantando una falla experimental en el evento cultural internacional celebrado en Black Rock City, en el estado norteamericano de Nevada, y que tituló «Renaiximent» (2016), es desde nuestro punto de vista el nuevo «artista fallero» culto que ha asumido el reto conceptual, social y plástico de las nuevas fallas, recuperando para el monumento artístico tradicional materiales de deshecho, tales como materiales de la azulejaría valencianas y el tablón de madera con el que se hacían las fallas en sus orígenes.

Si a estas aportaciones de Miguel Arraiz añadimos las de teorizar sobre el tema como hizo en la conferencia: «Arte urbano como herramienta de integración social» (2017), podemos decir que una nueva sabia ha llegado a la escena artística fallera y esperamos que para siempre.

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