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Cuando la pedagogía se cuela por la celda

Hallazgo

Cuando la pedagogía se cuela por la celda

Tres tarjetas postales de la Cárcel en el Archivo de Rafael Solaz

En el siempre sorprendente archivo de Rafael Solaz podemos hallar tres documentos que, entre otros muchos, tienen una singular relevancia. El primero de estos es una nota enviada desde Málaga cuyo remitente, Manuel Calderón, dirige a la Prisión Nueva de Santa Clara, en la Avenida de Pérez Galdós, 163, de Valencia. Una fecha, 12 de junio (enviada el 15) de 1940 y una persona destinataria, Carmen García de Castro. La postal presenta a la Virgen de la Esperanza, durante la Semana Santa de Málaga, pero su figura en blanco y negro aparece traspasada por las letras azules de un cuño oficial con la palabra «Censurada». En medio de la Virgen... quizá el burócrata de turno no fue consciente de las múltiples lecturas de esta ubicación. Al fin y al cabo es una representación de la esperanza y quienes estaban en la reclusión no debían albergar la más mínima.

Manuel Calderón alude en su breve misiva a la «labor pedagógica» que, por lo visto, esta mujer lleva a cabo en el interior de la cárcel. Pero, ¿quién es Carmen García de Castro? ¿Por qué está encerrada en la Prisión de Santa Clara, otro de esos lugares tan representativos de la particular ignominia de una inacabable postguerra? ¿Cómo llega aquí alguien nacida en Sorbas (Almería) en 1886?

Volvamos a Málaga. Carmen estudia Magisterio en la Escuela Normal de esta ciudad andaluza. Tras pasar por varios destinos, García de Castro vendrá a València a impartir clases de Pedagogía en nuestra Escuela Normal, aquella institución que se ubicó en dependencias de lo que hoy es el Ayuntamiento, en el carrer Arquebisbe Mayoral. Cuando llega a València, en 1922, hace sólo cuatro años que Manuel Calderón se ha casado con ella. Es su esposo quien le escribe a la cárcel de Santa Clara, otro convento de la ciudad convertido en prisión. Desde junio de 1939 hasta abril de 1942 este edificio se utilizará como centro de reclusión, debido a la masificación de la Cárcel de Mujeres. Pronto quedaría también saturado en detrimento de unas condiciones mínimas de salubridad que podemos imaginar. Carmen se encuentra allí después de una actividad profesional nada del gusto de los vencedores. Sus ideas republicanas, laicas y reformadoras en el campo pedagógico, influida por la Institución Libre de Enseñanza, ya habían llevado a Carmen a ser expedientada y separada de la Universitat de València en el año 1929, casi en los estertores de la dictadura de Primo de Rivera.

La profesora de Teoría e Historia de la Educación, Mª del Carmen Agulló Díaz, se ha ocupado de la figura de esta pedagoga y recoge los cargos con los que la Universitat acusó a García de Castro. Como si de una perversa nostalgia del proceso socrático se tratara, el expediente la acusa de «difundir entre sus alumnas ideas disolventes y peligrosas» (un ejemplo sería su propuesta de lectura de la obra de Tolstoy o el Gargantúa y Pantagruel, de Rabelais). Se la expulsa con carácter definitivo pero sólo estará un año separada de sus clases, debido a una amnistía posterior. Sin embargo, en 1939 sí que acabará todo. De nuevo se le imputa lo de transmitir ideas perniciosas. Y hay más cargos, como el consabido de desafección al Régimen, un sistema que, como no haría falta recordar, procede a depurar, purgar, eliminar todo aquello que no se ajusta al impulso irracional de la obediencia ciega. El filósofo fascista José Pemartín, con un cargo relevante en el gobierno de Burgos, ya había dicho en 1938 que había que «recatolizar» las universidades españolas. Carmen García de Castro y García de Castro -que pronto va a ingresar en la Prisión Nueva de Santa Clara- no puede encajar en tan piadosos objetivos. Afiliada a Izquierda Republicana y a la Federación de Trabajadores de la Enseñanza (UGT) tuvo entre sus alumnas a Guillermina Medrano, primera mujer concejal del Ayuntamiento de València. La UVEG (Universitat de València-Estudi General) celebró un acto de desagravio en 2013 en relación con aquella expulsión de 1929. Este año se cumple el 50 aniversario de su muerte.

La segunda nota escrita, perteneciente también al Archivo Solaz, nos recuerda la existencia de ciertos personajes de historia agitada y ejemplo de entrega y desinterés personales. El que llevó a muchos jóvenes de la época a involucrarse en una guerra, más o menos lejana geográficamente, pero tan cercana en cuanto a lo que en ella se dirimía. El 6 de enero de 1947 Mercedes Ruiz-Luna recibe en el carrer Dr. Romagosa, 15, de València, una tarjeta escrita por José Orlitsch desde la Prisión Central de Burgos. Le desea, a ella y a su familia - a su tío Daniel de la Plaza Castelar-, un «feliz Año Nuevo». Pero no la firma él solo. Al final de la misiva aparecen otros dos nombres: «Suyos affmos. Marcel, Paul y José Orlitsch». Las dieciséis líneas de la nota las escribe este último. Sin embargo, da cuenta del estado de los tres firmantes: «Nos encontramos bien de salud pero lamentamos el clima de aquí, muy distinto del de Valencia. Soñamos a menudo volver a este país de sol». Algunos de los países de procedencia de los tres amigos no son precisamente un ejemplo de benignidad solar.

El auténtico nombre del remitente es Josef Orlitsch. Austríaco de Carintia, nacido en 1901, se incorpora a las Brigadas internacionales en 1936. Cuando éstas cesan su actividad oficialmente, Orlitsch pasa a Francia. Ya se ha producido el Anschluss y pronto va a comenzar una guerra en la que volverá a participar como miembro activo contra la ocupación alemana. Una vez liberada Francia, Orlitsch se suma a la Resistencia contra la dictadura en España: ingresa en el Maquis y participa en el paso de la Vall d'Aran en octubre de 1944. Es en este contexto en el que es detenido y enviado a la Prisión de Burgos. En este momento ya está casado con la zaragozana Raimunda Redrojón, con quien tiene un hijo. Cuando escribe su tarjeta con destino a Valencia lleva casi tres años de encierro de los treinta de su condena. Pero no se resigna. Ni él ni sus amigos, también compañeros de cárcel, Marcel Eichner, nacido en el Sarre y de nacionalidad francesa y el polaco, de Gdansk, Paul Keller. Los otros dos nombres que aparecen en la tarjeta postal enviada desde la prisión.

Josef, Marcel y Paul van a urdir un plan para escapar de la Prisión de Burgos, que llevarán a cabo en 1949. El intento fracasa. Sólo en 1955, y tras presiones internacionales, movilizaciones de personajes relevantes (Malraux, Hemingway) Josef Orlitsch es liberado, trasladándose a su país, una Austria que va a recibirlo como un héroe. Este intento de fuga ha sido novelado por el escritor vasco Miguel Usabiaga en El alcalde de Floridsdorf, es decir, Josef Orlitsch, el mismo que desea un feliz año nuevo a una familia de la ciudad de València el año 1947. Morirá exactamente veinte años después en Klagenfurt, su ciudad natal y también la de Robert Musil quien en Las tribulaciones del estudiante Törless, escrita mucho tiempo antes de los hechos que recogemos, expresa algo que bien podría definir ciertos principios que laten en la actividad de tantas personas, como Carmen García de Castro y Josef Orlitsch: «la conciencia de que somos seres humanos, en el sentido de la responsabilidad, en saber que se es una parte del alma del mundo».

En el archivo Solaz existe otra tarjeta postal enviada por Orlitsch a la misma persona, Mercedes Ruiz Luna (esta vez sin guión entre los apellidos), desde la Prisión de San Miguel de los Reyes de València. Fechada el 22 de febrero de 1946 refiere, simplemente, que «habiendo encontrado alguien que me cambie mi boina no hace falta que Vd. la compre como le dije ayer en la comunicación». Por lo visto, Mercedes Ruiz Luna, con domicilio en el carrer Dr. Romagosa, 15, de València, lo había visitado el día anterior, es decir, el 21 de febrero de 1946. El mismo día en que la dictadura fusiló a Cristino García Granda, otro héroe de la Resistencia que cruzó los Pirineos con Josef Orlitsch, Marcel Eichner y Paul Keller en ese octubre del 44, tan cercano al término de la guerra en Europa y tan lejano del final del régimen franquista.

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