Síguenos en redes sociales:

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El Círculo mágico

Según parece, el grupo editorial Planeta ha decidido cerrar uno de sus negocios: el Círculo de Lectores, creado en 1962. Alegan que ha cambiado el modo en que los españoles consumen libros, y que hoy en día se compran por Internet, en lugar de esperar a que los agentes del Círculo los lleven a casa en sus carritos de la compra. Es decir, alegan que no estaban ganando el dinero que esperaban ganar cuando se hicieron con la empresa hace cinco años. Números cantan. Números mandan

Todo se termina. Todo desaparece. Las cosas -ya lo sabemos- están un rato ante nuestros ojos (un instante, unos días, unos años, unos siglos), y de repente ya no están. Sobran razones para convertirse en un individuo hipocondríaco, en un poeta perpetrador de elegías constantes. Me considero ambas cosas -elegíaco e hipocondríaco- dentro de un orden, es decir, de vez en cuando, sin demasiado abuso de esas sustancias alucinógenas, pero la noticia del cierre del Círculo me ha puesto aprensivo y melancólico.

Mi padre fue socio desde el primer día, y a su muerte heredé su número de suscripción, que era de los más bajos de España, «portada vieja», como si dijésemos. Esperar cada mes la llegada del comercial con la revista del Círculo, hacer el pedido, y volver a esperar la llegada de los libros solicitados constituía una ceremonia íntima más, para seguir unido a mi padre, que me instiló el benigno veneno de la lectura. Representaba también, en mi memoria, la supervivencia de una España que ya no existe, la de la venta, puerta a puerta, de productos que a mí, durante la infancia, me resultaron siempre mágicos. La España de las reuniones que organizaba mi madre en casa, con vecinas que fumaban y bebían copitas de Marie Brizard y Cointreau, para que la representante de Tupperware explicase las portentosas virtudes de los recipientes de plástico de dicha marca, que multiplicaban por mil la duración de los alimentos. La España de «Avón llama a su puerta», con acento en la o, y la especialista cosmética que nos instruía en el comedor de Almirante Cadarso, 28, acerca de los prodigios dermatológicos de sus jabones, perfumes y mascarillas.

Los grandes grupos editoriales deberían consultar a sus lectores -en especial a mí- antes de tomar decisiones irreparables, como esta ocurrencia de cerrar Círculo de Lectores, que entiendo como un ataque personal, como una afrenta hacia mi memoria y mis espectros sentimentales, valga la redundancia. Me temo que me quedaré sin cumplir uno de mis sueños: publicar algo en el Círculo. Nadie es profeta en su club de lectura.

Envejecer también consiste en hacerse con un largo catálogo de desapariciones. Más tarde o más temprano, la realidad propia posee más ingredientes fantasmales que de carne y hueso.

Me cierran cines, me cierran librerías, me cierran restaurantes, me cierran bares, me cierran novias, me cierran amigos, me cierran el Círculo de Lectores. El universo, a veces, parece una tétrica conspiración internacional para la clausura de mis asuntos mitológicos.

Esta es una noticia premium. Si eres suscriptor pincha aquí.

Si quieres continuar leyendo hazte suscriptor desde aquí y descubre nuestras tarifas.