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(1946-1955) (y V)

Un peronismo para cada deología (1946-1955) (y V)

Quinta y última entrega del estudio de Javier Paniagua sobre el fenómeno argentino que algunos politólogos sitúan como el origen del populismo.

Los debates producidos para calificar el peronismo como movimiento político se han extraído, en gran parte, de los análisis de los resultados económicos y las conquistas sociales durante las casi dos legislaturas en que gobernó (1946-1955). Para los peronistas los logros superan con mucho los fracasos y, gracias a aquellos, sus políticas han quedado como reflejo del intento de hacer de Argentina un país independiente del capitalismo de las grandes potencias y de construir el estado del bienestar para los argentinos. En cambio, para los antiperonistas supuso una oportunidad perdida para lanzar al país por la senda de un desarrollo sostenible y convertirlo en una potencia mundial habida cuenta de sus recursos. Algunos hacen la comparación con Australia que supo impulsar una economía competitiva y una sociedad avanzada, al contrario de lo que ocurrió con las políticas económicas argentinas, inmersas en una continua situación de crisis, acompañadas de una inestabilidad política permanente y una inflación creciente. Argentina ocupaba en 1928 el 8º lugar de la renta per cápita en el ranking mundial, mientras que en 1990 era el 43º, mientras en 2000 ocupaba el 62º por el PIB, cuando en 1919 era el 4º, mas alto que el de Alemania, Francia o Italia. (léase Benavent, J. Perón: Luz y Sombras (1946-1955), (2017)

El intento del Perón de buscar una tercera vía intermedia entre capitalismo y comunismo partió del principio de que aquel era la explotación del hombre por el hombre, y el socialismo real, establecido después de la revolución soviética y en sus países de influencia después de la II Guerra Mundial, constituía la explotación del Estado sobre los ciudadanos. En ese sentido se ha interpretado que estaba más cerca de la sociedad orgánica que predicaba el fascismo mussoliniano. Así, algunos falangistas españoles vieron en Perón un modelo que se acompasaba con sus ideas de superación del capitalismo y el comunismo. Pero también fue acusado de marxista, lo que es una singularidad inédita en un líder político de ser tachado de dos ideologías contrapuestas. Pero en todo caso el peronismo siempre alcanzó el poder en unas elecciones libres, semejantes a la de los países democráticos, y sin señales de pucherazos en las urnas, al contrario de lo que ocurría en la llamada Década Infame (1931-1943) (F. Pigna La Argentina peronista, 1943-1955)

Los parámetros del peronismo durante el tiempo en que gobernó estuvieron caracterizados por la acción del Estado como agente principal de la política económica, basada en el proteccionismo para conseguir la independencia económica del capitalismo de británicos y estadounidenses. Para ello se centró en las obras públicas, la nacionalización de las empresas, el control de los precios, la potenciación de la industria nacional y la justicia social. Durante la II G. M. Argentina aprovechó su neutralidad hasta 1944 para exportar sus productos agropecuarios, trigo y carne, a los países beligerantes lo que le proporcionó un superávit de 1.680.000.000 de $. al Estado. El ministro Miranda fue el encargado de administrar el I Plan Quinquenal para lograr estimular el mercado interno, favorecer el nivel de vida de los trabajadores y conseguir el pleno empleo, y nacionalizó la red de ferrocarriles, propiedad de Gran Bretaña, aunque los británicos obtuvieron como pago una cantidad muy por encima del valor real ante el deterioro del material. Se nacionalizó el Gas, los teléfonos, en manos de la empresa norteamericana ITT, y la flota Aérea, en línea con la idea dominante de la época de que aquellos servicios estratégicos debían ser controlados por el Estado. Se expandió la producción de petróleo, de la siderurgia y se extendió la educación primaria y secundaria donde la enseñanza de la religión católica fue obligatoria hasta 1951, de tal manera que la Iglesia y las Fuerzas Armadas serían claves en el sostenimiento del peronismo, en la misma medida en que en 1955 lo fueron en su derrocamiento. En aquellos años el Vaticano expediría pasaportes a nazis para entrar en Argentina.

Con la nacionalización del Banco Central y la creación del IAPI (Instituto Argentino para la Promoción del Intercambio) se controlaban las exportaciones agropecuarias. El Estado las compraba a los productores por un precio y las exportaba por uno mayor, lo que hasta 1949 produjo grandes beneficios, con un gran superávit de la balanza de pago, que permitieron subsidiar la industria y aumentar el número de funcionarios públicos, además de posibilitar unas condiciones satisfactorias para los trabajadores y consolidar lo que Perón llamaba «la alianza de clases». Las reformas laborales supusieron un salario mínimo, el crecimiento de los salarios, aumento de las indemnizaciones por despidos, vacaciones pagadas y horas de trabajo tasadas, junto a cobertura sanitaria y pensiones de jubilación, con la participación de los sindicatos en la legislación laboral. No obstante, los resultados no fueron los esperados: el PIB industrial no creció al ritmo esperado, las exportaciones agropecuarias se redujeron de manera significativa a partir de 1949, las reservas del Banco Central disminuyeron, aumentó el déficit fiscal, se pidió un préstamo de 125.000.000 de $ a EE. UU. y se dictó una ley para atraer capitales extranjeros, en contra de la independencia económica proclamada y, además, la sequía de 1951 agravó el problema del campo. A partir de 1952 la política económica viró hacia posiciones ortodoxas con el II Plan Quinquenal para cortar la inflación que alcanzó el 23%, reducción de salarios y gasto público, control de los precios y el incentivo a la producción agropecuaria. El malestar se extendió entre las clases medias, el Ejército, con el hostigamiento a la Universidad, los medios, las elites intelectuales, y los partidos de la oposición, socialistas y comunistas incluidos, además del enfrentamiento con la Iglesia Católica por la nueva política laica. En septiembre de 1955 la llamada Revolución Libertadora derrocaría a Perón que volvería del exilio a la presidencia en 1973. (M. Rougirer La economía del peronismo, 2013).

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