Las cuatro décadas transcurridas desde que las primeras elecciones de 1979 ensalzaron al entonces joven abogado Vicent Pla como primer alcalde democrático de Carcaixent permiten corroborar los grandes avances alcanzados por una ciudad que presume de ser el «bressol» de la naranja y que ha diversificado en gran medida su economía para adentrarse en la senda del progreso. Los resultados son visibles y su apuesta por el futuro, aunque parezca contradictorio, pasa por su regreso al pasado. La sociedad civil se ha implicado de manera entusiasta para reivindicar su meritorio legado modernista y organiza cada año una feria que se ha convertido en uno de sus grandes alicientes. La ciudad se ha vuelto hoy muy seductora y cuenta con otro imán no menos significativo: el complejo comercial Ribera del Xúquer atrae a consumidores de toda la comarca.

La labor desarrollada por los respectivos consistorios ha ido sumando avances. Tras Pla, que contó en su equipo con concejales tan apreciados como Arcadi España, alcanzaron la presidencia del consistorio José Noguera, Pascual Vernich, Rafael Navarro, Lola Botella y el actual alcalde, Francesc Salom. Algunas de las infraestructuras realizadas en estas cuatro décadas que pasarán a la historia son el polideportivo municipal, la piscina cubierta, el nuevo instituto, la restauración del Magatzem de Ribera (uno de los símbolos arquitectónicos del modernismo local), la variante que sacó gran parte del tráfico de la localidad, la Avinguda de la Ribera y todo el eje comercial que la secunda o la rehabilitación del Mercado Municipal.

Sin embargo, pese a los innegables avances aportados por los sucesivos ayuntamientos democráticos, son muchos todavía los retos que aguardan a una ciudad que debe sacudirse los efectos de la inacabable crisis agrícola y que ha desarrollado un moderado avance industrial que todavía encuentra amplios márgenes de mejora. Y para lograr esos objetivos resulta imprescindible que Carcaixent salga de su aislamiento viario. El municipio clama por la construcción de un acceso directo a la autovía de Guadassuar que le permita llegar con prontitud al gran distribuidor de tráfico que representa la A-7. Esa conexión parece ineludible para mejorar las comunicaciones de la ciudad y ofrecer suelo atractivo a las empresas y emprendedores.

El sobrenombre de «el Bressol de la taronja» que ostenta Carcaixent no es casual. La ciudad lleva a pensar, sentir y oler a naranja. La primera explotación de cítricos nació como un experimento, pero rápidamente logró cautivar a la población de Carcaixent convirtiendo el cultivo de la naranja en uno de los negocios más prósperos y atractivos de finales del s.XIX. Inversores y trabajadores llegaron a Carcaixent de todas partes dejando una huella imborrable que todavía se puede comprobar cuando se pasea por sus calles. Durante esta época se construyen huertos tan emblemáticos como l'Hort de Sant Vicent o l'Hort de l'ermita, se levanta El Magatzem de Ribera, el Asilo y la casa de la Reial Séquia. La ciudad crece a un ritmo nunca visto y todo ello rodeado de una dinámica vida social y cultural sin precedentes que llegó a convertirse en un referente para todas las poblaciones de la zona. Hoy en dia queda un riquísimo patrimonio urbano y agrícola que tiene en el movimiento artístico del modernismo la manera de plasmar el esplendor y dinamismo que desbordaba la ciudad a principios de siglo. La voluntad de reivindicar y poner en valor la riqueza del patrimonio modernista a Carcaixent es lo que ha llevado a organizar la primera la Fira Modernista. Un acontecimiento único en la Comunitat Valenciana donde la ambientación, las degustaciones gastronómicas, las visitas a los edificios y a los huertos monumentales, las recreaciones históricas, los concursos y el completo programa de actividades transportan al visitante un siglo atrás. Una excelente oportunidad para viajar en el tiempo y descubrir el potencial modernista que esconde Carcaixent.