Rafael Soler ha dedicado una gran parte de su vida a la política. A lo largo de su dilatada trayectoria ha sido director de sucursal de una caja de ahorros, subdirector general de Egevasa, gerente de Imelsa y, ahora, diputado provincial. En su municipio, la Pobla Llarga, ha sido alcalde y hoy sigue de concejal. Lo es todo en el PP: también ejerce como presidente del partido de la Ribera Alta.
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En las últimas reuniones del PP comarcal se ha hablado de instaurar medidas aperturistas. ¿Qué circunstancias promueven ese debate interno?
Es necesario porque lo pide la militancia, lo pide la sociedad. El partido se debe adecuar a los tiempos que corren; hay que hacerlo sí o sí. El PP siempre ha sido un partido presidencialista, regido por un sistema en el que se elegían compromisarios y, ahora, lo que se pretende es que cada militante elija a través de un voto directo. Se está hablando de primarias, limitación de mandatos, acumulación de cargos y, sobre todo, de cambiar los estatutos para que eso se pueda dar. Pero esto no viene de nuevo, yo hace ya quince años ya reivindicaba listas abiertas y un comité de ética en el partido a nivel nacional.
Una de las cosas que se le ha pedido al PP es renovación. ¿Cómo ha reaccionado la formación tras los casos de corrupción?
La respuesta ha sido apartar de facto a los cargos, incluso antes de que se haya abierto un juicio oral. La sociedad nos exigía eliminar del partido a aquellas personas que tuvieran o se creyera que tuvieran alguna sombra, y el partido lo ha hecho en contra de muchas voces internas. La cuestión es que la mayoría de los imputados no son después condenados y poner ahí una vara de medir en la que se diga que si te imputan debes dimitir es algo complicado. A día de hoy no hay nadie que esté acusado y pasando por un juicio formal que siga en el partido.
Usted ha sido un gran aliado de Alfonso Rus y ha sido gerente de Imelsa. ¿Vio la corrupción?
Mientras estaba en Imelsa no vi corrupción, si no lo habría denunciado o me habría ido. Yo fui a Imelsa cuando me lo pidió el propio Rus, a quien considero un gran amigo, y llegué después de Marcos Benavent. Pero la corrupción que yo he visto la he llevado directo al juzgado. Las instrucciones del President eran esas. Con el «yonki del dinero» sí vi corrupción y los papeles estaban allí. Pero una cosa es lo que se dice y otra lo que será una vez dictamine el juez. Al final esto se ha convertido en un circo; yo no puedo escuchar que hay 200 zombis en Imelsa y luego resulta que sólo hay tres, de Marcos Benavent, de momento. Eso da una imagen a la sociedad de que todo es un desastre y después no es tanto.
Ese desastre les llevó al batacazo electoral. ¿Cómo lo vivió?
Los casos de corrupción dieron paso a una ola en la que se cuestionaba todo, y en muchos ayuntamientos pagaron justos por pecadores. Muchos de esos ayuntamientos tenían alcaldes impecables y honrados. La gente llegó un momento en que estaba mal y buscaba un culpable, que es el que gobernaba, el PP. Todos cayeron, menos en pueblos pequeños donde las personas priman más que las siglas.
De cara a futuros comicios, ¿cómo ve el partido, recuperará las instituciones perdidas?
La marca PP se encuentra en alza y seguramente en las próximas elecciones gobernaremos la Generalitat, la Diputación y muchísimos ayuntamientos. Algemesí, Alzira, Carcaixent, Guadassuar, Catadau, Llombai, Alfarp, Montserrat... Los que mandan no están haciendo la gestión que se esperaba; una cosa es hacer oposición y otra es gobernar. Las elecciones no las gana normalmente un partido sino que las pierde quien gobierna, aunque también tiene que haber al otro lado una opción atractiva. Tenemos que acertar con el programa y la gente que presentemos, ofrecer una garantía de experiencia, vocación y capacidad de gestión.