Estamos ante un grave problema por el crecimiento exponencial del Covid-19 y la inexistencia de vacunas o antivirales efectivos, que tardarán aún meses en descubrirse. El virus ha alcanzado ya incluso zonas rurales como La Ribera y crece a tal velocidad que el número de casos se duplica cada 3 días, aproximadamente, lo cual implica que si hoy tenemos en España 12.000 infectados (491 fallecidos), el viernes habrán 24.000, el lunes 48.000 y el jueves 96.000, de modo que en semana y media tendremos más infectados que China...

Eso si no hiciéramos nada para frenar la propagación, pero aplicando estrictas medidas de separación e higiene podemos controlar la epidemia en niveles mucho menores. Y para conseguirlo tenemos que aplicar todos dichas medidas, por la propia salud y la de los demás.

La pandemia comenzó en China en diciembre, tardaron bastante en reaccionar y tuvieron que tomar medidas tan drásticas como aislar Wuhan, construir nuevos hospitales en tiempo récord, traer a miles de médicos voluntarios, etc. Y hasta mediados de febrero no pudieron controlar el virus, que ha provocado 81.130 infectados y 3.231 fallecidos. El retraso cuesta caro.

En Busan (Corea) detectaron el primer caso el 22 de enero e inmediatamente cerraron bibliotecas, hipódromos y residencias de ancianos. Cuando sólo tenían 50 casos en todo el país decretaron actuaciones urgentes y dos días después la mayor alarma, aplicando miles de controles de temperatura y análisis. Con una gran colaboración ciudadana, no necesitaron cerrar las ciudades y consiguieron controlar la situación hacia el 10 de marzo, con un balance limitado a 8.320 infectados y 81 fallecidos.

Y en España el primer caso apareció el 31 de enero, si entonces hubiéramos actuado como Corea, ahora tendríamos el virus controlado y muchos menos infectados. Pero el gobierno, débil y acosado, no se decidió a actuar ni cerró Madrid, epicentro de la epidemia, y hasta el 15-M muchos ciudadanos visitaron tranquilamente bares, cines, estadios, hoteles, playas, etc., extendiendo el virus por todo el país. Con el agravante de que los hospitales púbicos, que son los que luchan contra la epidemia, están en mínimos tras años de recortes neoliberales, especialmente los de Madrid...

Llegamos tarde y mal, y ahora nos tocan las medidas duras si queremos atajar la epidemia y salvar a centenares de ancianos y enfermos, las víctimas preferidas del Covid-19. Hemos de quedarnos en casa, en semicuarentena. Podemos salir a comprar alimentos, a la farmacia, al banco y por fuerza mayor, siempre evitando aglomeraciones y guardando distancias de 2 metros entre personas, lavando bien con jabón las manos y todo lo que haya tocado a posibles infectados. No podemos bajar con los niños a la calle (a ellos apenas les afecta el virus pero pueden contagiar a los abuelos), tampoco salir a correr o pasear, llevar a alguien en coche al trabajo, visitar a la familia o amigos, salir a comer fuera, etc.

Pero no tenemos por qué aburrirnos: disponemos de magníficos libros, documentales y películas online (en www.lariberaenbici.net recomendamos algunos), también podemos telefonear, cartearnos electrónicamente, practicar algún hobby (microhuerto en la terraza, por ejemplo), bricolaje, reparaciones, pinturas, etc.

Los ciudadanos somos la clave para vencer el Covid-19, cuanto más separados nos mantengamos, antes y con menos víctimas lo superaremos. Es un esfuerzo colectivo, un paréntesis en la vida normal que podemos aprovechar para reflexionar sobre cuestiones como éstas: ¿por qué nos alcanzan virus de animales silvestres?, ¿por qué se expandió tan rápidamente el Covid-19 por 130 países?, ¿por qué no se habla del virus Ébola que es mucho más mortífero?, ¿por qué la sanidad pública está bajo mínimos y colapsada? ...