A pesar de los diversos informes científicos existentes, todavía hay quienes niegan la utilidad del indeseado pero necesario confinamiento y quienes pretenden acabar ya completamente con él para recuperar cuanto antes el pulso económico. Pues bien, en el norte de Europa tenemos un ejemplo claro y demostrativo de las consecuencias que trae no asumir la cuarentena.

En algunos aspectos Suecia es un país muy adelantado, por ejemplo en la sanidad y educación, que son universales y gratuitas. Pero al llegar la pandemia, a diferencia de los países vecinos, decidió no hacer la cuarentena y solamente aprobó algunas medidas leves como cerrar las peluquerías y las estaciones de esquí o prohibir las reuniones de más de 50 personas y las visitas a las residencias de ancianos. Así, a día de hoy (5 de mayo), tiene un total de 22.721 contagiados y 2.769 defunciones por Covid-19.

En cambio Dinamarca y Noruega, con costumbres y nivel de vida similares, y que juntas suman un 11% más de población que Suecia, sí que han hecho el confinamiento y ahora tienen 9.868 y 7.904 contagiados, y 493 y 214 defunciones por Covid-19, respectivamente. De manera que sí hay diferencia entre ambas estrategias contra la pandemia.

Respecto a los contagios, Suecia ha sufrido un 28% más pero respecto a las defunciones tuvo 292% más que los dos países vecinos. Y si calculamos la proporción de defunciones/población, que permite comparar mejor, Suecia sufrió unas 27 defunciones por cada 100.000 habitantes mientras que el promedio de Dinamarca y Noruega juntas es de unas 6 defunciones por 100.000 habitantes. Suponiendo que no hayan errores ni deficiencias estadísticas significativas, Suecia tiene unas cuatro veces más defunciones por Covid-19 que sus vecinos inmediatos, lo cual implica unas 2.000 muertes más de las que le corresponderían si tuviera similar mortalidad, es decir, si hubiera hecho el confinamiento.

Es un resultado trágico pero lógico porque, ante un nuevo virus para el que todavía no existen antivirales efectivos ni una vacuna, la única solución es la separación física para rebajar y cortar la propagación de la pandemia. Si no se aplica la cuarentena, la pandemia se propaga más rápida y mata muchas más personas. Por las mismas razones, retrasar el confinamiento (como ha pasado en muchos países), no hacerlo bien o abandonarlo prematuramente (como algunos pretenden hacer aquí), agrava el problema y aumenta la mortalidad. Hay que tener paciencia y sentido común.

Por eso ahora en nuestra desescalada debemos ir poco a poco, utilizando mascarillas, manteniendo la separación física suficiente, lavando a menudo las manos con jabón, priorizando a los peatones con aceras más amplias y a los ciclistas con más calles y más carriles, porque la bici es el vehículo que además de no contaminar mantiene perfectamente la distancia de seguridad de 1'5 metros (lo dice la propia Organización Mundial de la Salud). Y la economía tenemos de activarla, por supuesto, pero pensando más en las personas y su bienestar que en las corporaciones y sus beneficios.