La tranquilidad que habitualmente se respira en las calles del campo de golf de la Galiana, un enclave paradisíaco en el que las montañas que envuelven el valle de Aigües Vives enmarcan sus ondulantes líneas verdes, no se altera en los últimos meses casi ni por la presencia de jugadores. Las restricciones de la movilidad impuestas para frenar la propagación del coronavirus han reducido sustancialmente el volumen de potenciales usuarios de un campo que, a diferencia de otras instalaciones para la práctica del golf, no cuenta con socios y opera a través de la venta de «green fees», las tarifas estipuladas por jugar, por lo que depende en gran medida de la afluencia de turistas.

El confinamiento decretado en la primavera de 2020 ya redujo a la nada un trimestre de temporada alta y, un año después, la situación ha mejorado poco. «En marzo empieza la temporada alta pero no llegaremos ni al 20 % de lo que facturamos hace dos años», comenta el director de La Galiana Golf, Rafael Martínez, mientras señala que, independientemente de que vayan a jugar 50 personas o sólo una, los gastos son los mismos ante la necesidad de mantener el campo en perfectas condiciones.

«El sector turístico es el más dañado por la pandemia y nosotros estamos de lleno en él, pero no tenemos ninguna ayuda», lamenta Martínez. «Somos una empresa viva, tenemos la necesidad de mantener el campo en condiciones haya jugadores o no e incluso cuando nos han obligado a cerrar de forma incomprensible porque se trata de una actividad que se realiza al aire libre sin ningún tipo de contacto, teníamos a la gente trabajando».

La ausencia de turismo y el cierre perimetral de la Comunitat Valenciana decretado a finales de octubre han limitado y mucho la afluencia de jugadores a este campo ubicado en La Barraca, en el término de Carcaixent. «Si algo nos puede salvar es el turismo nacional, pero la Comunitat Valenciana está cerrada y funcionamos solo con clientes de Alicante, Valencia o Castellón, así no es viable para nadie», resume Martínez, mientras advierte de que el Gobierno está propiciando la llegada de turistas extranjeros a Baleares o Canarias, pero no a València. «La situación es bastante complicada, pero tenemos la esperanza de que se recupere lo antes posible», apunta en busca de un rayo de optimismo.

Esta falta de actividad ha ralentizado la finalización de las obras del hotel de cuatro estrellas y la casa club que la empresa estaba construyendo con una inversión próxima a los doce millones de euros. «Estamos a la espera de acontecimientos, estamos acabando detalles pero no barajamos ninguna fecha de apertura. Abriremos cuando haya plenas garantías de que hay libre circulación en los aeropuertos», señala.