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«Los artistas ya no son tan excéntricos»

?Las anécdotas de los técnicos de Cultura son numerosas, desde músicos que desaparecen a malentendidos por el idioma o conato de disturbios

Hoy se inaugura una nueva edición del Festival Polisònic, pero ellos no aparecen en el cartel aunque son imprescindibles en todo espectáculo. Son invisibles, y deben serlo, para el público. Los técnicos del Departamento de Cultura de Gandia asumen todo el trabajo antes, durante y después de los conciertos, representaciones teatrales, exposiciones y hasta cabalgatas festivas.

Son los llamados «hombres de negro» por su ropa oscura, que les permite pasar desapercibidos en el escenario. Han acumulado muchas anécdotas, la mayoría divertidas. Otras no tanto, como cuando un popular músico madrileño, justo antes de comenzar el concierto, sufrió el síndrome de abstinencia porque le se olvidó la heroína en el hotel y estuvo a punto de cancelar su actuación.

Una artista se pierde

«Recuerdo el caso de una conocida cantante», cuenta Eudald González, técnico de Cultura y responsable de festivales como el Polisònic. «Mientras los técnicos preparaban el escenario del jardín de la Marquesa, ella quiso ir a tomar el baño a la playa». «El problema», añade González entre risas, «es que creía que la playa estaba al lado del Serpis, atravesó la pasarela y se fue caminando hasta llegar hasta una gasolinera donde le dijeron que la playa estaba a tres kilómetros». La artista no llevaba el móvil y se acercaba la hora de la actuación. «Estábamos muy preocupados, y su mánager también». Finalmente apareció diez minutos antes del concierto y actuó sin hacer las pruebas de sonido. «Al menos se bañó», dice González entre risas.

Vicent Peris, jefe de mantenimiento, recuerda cuando Felipe González inauguró la Universitat d'Estiu. «Algunas televisiones venían a cubrir el acto y nos pidieron mucha luz sobre el escenario». Los técnicos instalaron potentes focos. «Cuando González llevaba unos 20 minutos hablando ya parecía un 'pollastre rostit' de tanta potencia». El ex presidente paró su conferencia y dijo: «O me apagáis las luces o me voy a mi casa, esto no se puede aguantar». «Y claro», cuenta Peris, «tuvimos que rebajar la intensidad de la luz».

La bailarina iluminada

Por su parte, Pep Bolta recuerda la actuación en el Teatre Serrano de una importante compañía de danza rusa. «El compañero Pepe Rubio 'el Chato', ya jubilado, tenía que manipular un cañón de seguimiento (un foco móvil) desde el anfiteatro para iluminar a la bailarina principal». Pero la artista se movía más rápido de lo esperado. «Que se me va 'pa' la izquierda", decía Rubio a sus compañeros por el pinganillo. «Mírala, mírala, ahora se va 'pa' la derecha», insistía Rubio con su acento andaluz. «¡Decidle a la tía esta que no se mueva tanto, coño!», bromeaba por el micro interno. «El problema», dice Bolta, «es que no solo le oíamos nosotros, le estaba oyendo todo el teatro, y el público comenzó a protestar», recuerda entre carcajadas.

En 2004 actuó en Gandia Raimundo Amador. A las tres y media de la madrugada sonó el teléfono de González. Era el manager del músico. «¡Ha ocurrido una catástrofe! ¡A Raimundo le han robado el sombrero!». «Amador le tenía mucho cariño y no quería irse de Gandia sin él», cuenta el técnico. «¿Cómo le han robado a un gitano? De aquí no nos vamos hasta que no aparezca», dicen que gritaba Raimundo. «Años después Amador volvió a Gandia y una espectadora que se había enterado del robo le regaló un sombrero muy parecido», narra González. «Amador se emocionó».

Otra anécdota la protagonizó el grupo de teatro La Cubana en el Serrano. Cuando a las 22 horas se abrieron las puertas al público, los actores ya estaban sobre el escenario fingiendo estar actuando. «Cuando el teatro ya estaba lleno», explica Peris, «los actores dijeron al público que la función ya había acabado, que el ayuntamiento había comunicado mal el horario y que la función se iniciaba a las 20 horas, no a las 22». Evidentemente, era una broma que formaba parte del espectáculo, pero el público no lo entendió y comenzó a protestar, algunos violentamente. «Vino hasta la policía local y todo», recuerdan entre carcajadas.

Sofás rojos y «tamborets»

¿Los artistas suelen ser tan excéntricos como se dice? «Eso era antes», responden González y Peris. «Ahora solo piden camerinos en condiciones». «Recuerdo», dice González, «que Massiel pedía un queso muy especial, y servilletas de un color determinado, pero eso ha cambiado mucho». «Otro artista», cuenta Peris, «quería que el sofá del camerino fuera de color rojo, y tuvimos que pedirlo prestado a un comercio de Gandia».

A Pep Estruch, otro de los técnicos, un músico catalán le pidió durante el ensayo «un tamboret». Estruch pensó dónde podía conseguir uno y consiguió hacerse con un tambor del Tio de la Porra. Cuando el músico le vio llegar le dijo, «¿tú crees que esto aguantará si me siento encima?». Y Estruch respondió: «¡Ah, tú lo que pides es un 'taburet'!», que en Catalunya llaman «tamboret». Aún se parten todos de risa cuando lo cuentan.

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