Si bien su función es la de trasladar viajeros de un lugar a otro los aviones y, por extensión los aeropuertos, se convierten a diario en escenarios de historias disparatadas, cómicas, dramáticas... y también desesperantes. Levante-EMV pidió a los lectores y a las lectoras que compartieran a través del perfil de Instagram anécdotas vividas en estos lugares. Y las respuestas llegaron volando.

¿Han visto recientemente a alguien en la cola de embarque con más de un jersey y con dos chaquetas encima? Quizá era Carolina. No, no es que no funcionara la calefacción en el aeropuerto. Esta viajera estaba esquivando con picardía pagar por exceder el peso permitido en la maleta.

Quien sí tuvo que rascarse el bolsillo fue Laura, que 'pagó el pato' de encontrarse la web estropeada y abonó 50 euros por el check-in. Y el doble pagó otro lector, que ha contado en las redes sociales que se vio en la obligación de 'soltar' 100 euros para facturar, a pesar de haberlo hecho previamente a través de la app de la compañía aérea. Isamar también se retrató y desembolsó el precio de la facturación, mientras "otra persona metía la maleta gratis". Siempre hubo clases.

Tanto es así que a Quique probablemente se le quedó cara de póker cuando él, cumpliendo las normas, se presentó en el aeropuerto con una mochila "que cumplía con las medidas" y veía pasar "mochilones" alegremente. Puede que compartiera vuelo con él este otro lector que observó a bordo maletines "que ocupaban varios compartimentos". Él llevaba "su mochilita entre las piernas".

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Lee usted estas líneas y, muy probablemente, puede dibujar en su mente todas estas escenas. Imagine ahora la indignación de Teresa cuando la tuvieron tres horas encerrada en el avión -con el resto de viajeros, suponemos- "sin agua ni información". La culpa, lejos de ser del 'chachachá' -así la situación habría sido al menos más divertida-, fue de la nieve.

Santiago pensó que sería buena idea comprar una botella de orujo de 15 euros en Santander. Pero el souvenir provocó que su maleta excediera 1 kilo y pagó 20 euros de más. El trago le salió caro.

Pero si a alguien la maleta le jugó una mala -malísima pasada- fue a Marina, que perdió el avión por culpa de la valija. En realidad, el podio en cuestión de equipaje traicionero es para Marcos: "cerraron el aeropuerto por una maleta que me dejé por ahí olvidada". Cristel esperaba su bolsa con los brazos abiertos cuando llegó a su destino, pero abrazó a la nada. Su maleta se extravió y estuvo 48 horas esperando el reencuentro con sus pertenencias.

Berta y su amiga se enteraron bien de lo que vale un peine y jamás volverán a subestimar la fuerza de este popular dicho, pues su amiga no pudo pasar -el arco de seguridad, suponemos- por un cepillo de pelo.

Pero si hay una pena que no puede faltar en esta retahíla de lamentos viajeros es el clásico que contó Sergio: "me destrozaron la maleta". La pregunta es: ¿y a quién no?

  • Puede ver aquí la historia destacada de Instagram que recoge todas estas respuestas de lectores.