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Entrevista

Samanta Villar: "Hace mucho que entro a Twitter lo justo, me parece un antro"

La periodista Samanta Villar.

'Los beneficios de conectar’ es el título de la conferencia que la periodista Samanta Villar, popular por los programas ‘21 días’ o ‘Conexión Samanta’ ofrece en varios puntos de España. Villar conoce bien Ibiza, que ha visitado por trabajo en varias ocasiones, pero también por placer. Una de las últimas veces, a finales de agosto, en un viaje para bailar con amigos en Ushuaïa que, explica, ya se ha convertido en "una tradición" de sus veranos.

Ingenion es para emprendedores. ¿Cuántas veces se ha reinventado?

Mi conferencia está muy vinculada con mi trayectoria profesional. Tiene que ver mucho con cómo lo he hecho yo para conectar con mis personajes, que al final es una relación humana, con cómo construir las relaciones humanas. Esto lo puedes aplicar a cualquier ámbito y en la empresa es muy importante. Cómo conectar con los clientes o con tus trabajadores. Ahora no me estoy reinventando, esto es un análisis de lo que hemos ido haciendo y que nos ha dado éxito. ¿Qué es? ¿Cuál ha sido la estructura?

¿Hay una receta que garantice el éxito?

Si hubiera una receta la aplicaríamos todos y todos tendríamos éxito. No la hay, pero tengo 47 años, llevo 25 trabajando y sí que hay determinadas cosas que sabes que son virtudes, herramientas útiles, tanto en el periodismo como en la vida. Hacer periodismo tiene mucho que ver con ser persona. Con ser curioso, respetuoso, ser la voz de gente, con conectar… ¿Cuál es la fórmula del éxito? Si nos lo planteamos como la fórmula para tener audiencia, eso no lo sabemos, pero sí que hay una fórmula para que tú seas feliz o para saber que estás haciendo algo útil y beneficioso para ti y para la gente. Y de eso es de lo que hablo en la conferencia.

Habla de conectar, imagino que mucha gente pensará en redes y en realidad usted habla de conectar seres humanos, personas que se miran a la cara.

Así es. Hablamos de la conexión humana, de volver a los orígenes. Virtualmente puedes conectar con personas incluso a una escala humana y a nivel profundo, no digo que no, pero hablamos de relaciones personales, de cómo conseguir que la gente se sienta cómoda, de construir. Se trata de construir algo con las personas.

Volvemos a las redes, construcción contra destrucción.

Ojo con esto. Al final las redes son una herramienta. Se convierten en otra cosa según el uso que les estés dando. No soy apocalíptica de la tecnología no me parece que vaya siempre a peor que lo que teníamos antes.

Vaya, que tiende a ser integrada, según la definición de Umberto Eco, ¿no?

Sí, eso es, apocalípticos e integrados. [ríe] Soy más integrada, sí. Pero también soy realista. Hace mucho tiempo que entro a Twitter lo justo porque me parece un antro. También tiene que ver la edad, ahora valoro mucho más en qué invierto mi tiempo y no voy a perder el tiempo, que para mí es oro, en una red en la que la mayoría de la gente se comporta de una manera tóxica. No me interesa en absoluto. Salgo de ahí tan pichi: «Adiós, ahí os quedáis». Puedo entrar a colgar algo o ver alguna cosa, pero cada vez menos. Estoy más en Instagram y tengo mucha curiosidad. Quizás no sea muy usuaria, pero cada vez que me piden crear contenido suelo decir que sí. No estoy en contra de las redes sociales, es sólo que soy exigente con ellas. Quiero algo que sume, si venimos aquí a insultarnos, paso.

El tiempo, un bien cada vez más escaso en el periodismo.

Totalmente. Es que el tiempo es dinero y cada vez hay menos dinero en el periodismo. Hay un problema con la publicidad, que se ha atomizado muchísimo con la aparición de las redes sociales, y en los medios de comunicación tradicionales cada vez hay menos dinero. Es una realidad con la que tenemos que convivir y eso va en detrimento de los trabajos periodísticos. Ahora ya es un lujo tener apenas unos días para trabajar un tema.

¿Cree que el periodismo como lo conocemos tiene los días contados?

No lo creo porque, al final, la información es necesaria para manejarte en la vida. Creo que los informativos no desaparecerán nunca, igual se reducirán algo, de la misma manera que en el caso de la prensa escrita, que en digital tiene menos noticias que en el papel. Determinados relatos van a existir siempre y de lo que no tengo ninguna duda es de que se van a seguir contando historias, eso es congénito al ser humano. ¿Que las veremos en otros canales? ¿De otras maneras? ¿Protagonizadas o conducidas por otras personas? Seguro, pero vamos a seguir necesitando, y cada vez más, la comunicación. Todo en la vida es comunicación. La realidad es más relato que existencia. La realidad es lo que tú explicas, lo que construyes de la realidad. La comunicación es necesaria, cada vez llega a más sitios. Mira, te pongo un caso muy concreto.

Dígame.

A las corporaciones o instituciones científicas hace veinte años les preocupaba cero la divulgación de sus contenidos. Hoy en día tienen clarísimo que o se conocen o no progresan. Y las empresas ya ni te cuento. Cualquier institución tiene muy claro que tiene que estar en la comunicación. Siempre se van a necesitar comunicadores, ahora, si éstos van a ser los periodistas clásicos o no es algo que se irá construyendo, pero desde luego que el periodismo no se va a acabar. De eso estoy segura.

Usted es el ejemplo claro de que hay otras formas de contar.

Sí, y es lo más divertido de esta profesión, la creatividad que puedas sacar pensando en nuevas maneras de hacer el relato atractivo, nuevos formatos. Es la parte que más me gusta de este trabajo.

¿Tiene algo en mente que no haya llegado a hacer?

Siempre. Voy teniendo ideas, las voy apuntando y pienso «cuando pueda haré esto». Lo que pasa es que creo que estoy llegando a una edad en la que tengo que dejar paso a los jóvenes, que sean ellos los que creen nuevas cosas. Sobre todo porque hay un comportamiento muy generacional. Cada generación está asociada a un canal de comunicación. Twitter ya es de boomers, no es nada actual. Ahora son TikTok y Twitch, y este último ya empieza a ser viejuno. Ahora, de repente, a mi edad, pretender hacer algo en TikTok pues igual no tiene mucho sentido porque mi comunidad no estará ahí. Tampoco hay que venirse arriba. Los canales tradicionales y los nuevos, que irán envejeciendo, van a convivir con otros que van a ir apareciendo. Siempre tengo planes B, C, D y hasta Z de cosas que me gustaría hacer. Ahora mismo acabo de arrancar en Radio Nacional y me veo una larga trayectoria en la radio. Y no se me escapa que es un medio envejecido y que parece que pueda caducar más pronto que tarde.

Bueno, llevamos décadas augurando la muerte de la radio.

¡Exacto! Lo que ocurre es que todo se redimensiona. Tenía que desaparecer el cine por el videoclub y no lo hizo, ahora parece que por las plataformas, pero tampoco. La tele iba a morir, pero no acaba de hacerlo, los canales temáticos iban a acabar con la televisión generalista pero tampoco. Al final, la radio sigue ahí, aunque hay un montón de podcasts que parece que en cualquier momento la vayan a hundir. ¡Es un caos increíble! Pero, si te fijas, todo encuentra su sitio, se redimensiona y es cuestión de ir viendo. Es algo que no me preocupa tanto. Si desapareciera la radio, ¿qué pasaría? Pues que habría podcasts. El relato, al final, lo sigues necesitando. Ese mensaje, esa comunicación, la vas a necesitar igualmente. No me parece que vayamos a desaparecer como los dinosaurios.

Contar es el oficio más antiguo del mundo.

Así es.

Estamos en un momento de mucha comunicación, pero también de mucho ruido. ¿La maltratamos mucho?

La oferta es inabarcable y a veces no es que cueste distinguir lo bueno de lo malo, pero sí es necesario un criterio. Estaría muy a favor de hablar y analizar los medios, todos, no sólo los tradicionales, en las escuelas. Es importante porque el bombardeo de mensajes es de tal magnitud que necesitas saber qué es una fuente, diferenciar las fidedignas de las que no y tener capacidad crítica ante los mensajes que te llegan, aunque sean de una fuente fidedigna. Igual que en la vida, necesitas sumar y restar también necesitas esto para no ser manipulado. Hoy en día éste es uno de los grandes temas, cómo la gente se cree las fake news con un convencimiento increíble. Es preocupante. En ese magma de mensajes se necesita una brújula.

A veces parece que todo el mundo se cree más un tuit que nadie sabe de dónde ha salido que una información de un medio.

Pero es que ahí tenemos mucha culpa, creo, los medios de comunicación tradicionales que han perdido el prestigio. Esto es de las cosas más graves que han pasado. Comenzó a ocurrir a finales del siglo XX y ha seguido en el siglo XXI, cuando la gente ha tenido cierta capacidad y se ha dado cuenta de la tendenciosidad de algunos medios. Esa pérdida del prestigio ha sido nefasta, porque ahora dile tú a la gente que no, que hay profesionales trabajando y que… No. En esto tienen mucha culpa los directivos de medios de comunicación, públicos y privados, que han puesto los intereses personales, corporativos o partidistas por delante del interés del espectador, del lector, por delante del periodismo.

Ahora que está en la radio, en un formato tradicional, ¿echa de menos la locura de ‘21 días’ o ‘Conexión Samanta’?

Desde fuera parece más locura de lo que en realidad era porque todo lo preparábamos previamente, estudiábamos el terreno y siempre teníamos el asesoramiento de algún especialista. Es verdad que asumíamos un riesgo al que no estamos acostumbrados, pero desde dentro no parecía tan peligroso. La etapa de ‘21 días’ ha sido unas de las más felices de mi vida, la más intensa hasta la maternidad, que la ha superado. Lo que nos queda ahora de esa época es sólo lo bueno, han pasado 14 años desde mi último ‘21 días’ y se nos ha olvidado lo malo. Es lo divertido. Nos juntamos, contamos las batallitas... Hemos hecho amistades y se ha generado un lazo inquebrantable. Ese programa nos unió para siempre y somos familia. Nos gusta juntarnos, pensar, crear… Sientes nostalgia de los buenos tiempos, pero porque se nos ha olvidado lo chungo. Añorarlo no tiene ningún sentido porque ahora sería inviable. Viajaba 300 días al año y ahora que soy madre no podría. Me gusta la idea, pero luego me lo imagino en la práctica y me da un poco de pereza. Te embarcas y luego piensas «¿qué hago aquí?».

¿Alguna vez llegó a pasar miedo real?

La sensación de miedo no, porque me paralizo y eso no me pasó nunca. Pero ser muy conscientes del riesgo que estábamos corriendo, sí. Esto, incluso, en ‘Conexión Samanta’. Hicimos un reportaje de las maras en El Salvador en el que teníamos muy claro cuándo podíamos encender una cámara y cuándo te iba la vida si la encendías. Esa situación es muy fuerte. O en la mina, bajábamos a la mina y teníamos muy claro que nos estábamos jugando la vida. Decías «no hagamos el tonto aquí porque esto nos va de un pelo», pero si hubiera sentido miedo no hubiera podido reaccionar.

¿Su madre no le decía nada?

Me lo decía cuando lo estábamos viendo juntas en casa. Eso era una ventaja. La mina la vi con mi madre y me decía «¡joder!». Pero ya estaba allí con ella y había salido bien.

Hablando de su madre, usted ha hablado de la maternidad sin tapujos y sin edulcorarla. La criticaron mucho por ello.

Por suerte, en los últimos tiempos eso ha ido cambiando y, sin haberlo planificado, creo que tengo algo que ver yo ahí en eso. Hubo un antes y un después. Fui la primera que se atrevió a hablar de ello en público y después me han seguido muchas mujeres. Ahora creo que empieza a ser un poco diferente, aunque de todas formas sigue habiendo mucho juicio. Se juzga mucho a las mujeres y voy a decir algo polémico: son las mujeres las que juzgan mucho a las mujeres. Eso tiene que cambiar. Hay muchas mujeres que quieren vivir con libertad, sin coacciones y sin una penalización social y eso de siempre juzgar a la mujer por si es buena o mala madre me parece un error. Creo que hay que aplicar la sororidad y entender que las realidades son diferentes y diversas y que cada mujer lo vive de una manera. Hay que ser mucho más comprensivos. Esto implica no dulcificar una realidad y aceptarlas todas.

Es una idealista.

Sí, y me voy a morir sin ver eso, pero yo lo aplico. Me gusta no juzgar a la gente. Es una de las cosas que también comento en la conferencia. He entrado en contacto con realidades muy impactantes y nunca las he juzgado. Nunca. Al revés. Siempre he ido con curiosidad, con ganas de aprender y de entender porqué las personas hacemos lo que hacemos.

Es la tercera vez que pronuncia la palabra ‘curiosidad’ en apenas 20 minutos.

No me extraña. Me parece la gran virtud del ser humano. La curiosidad es un caballo ganador. Soy productora ejecutiva de mis proyectos, ficho gente para mis equipos, y quiero gente curiosa. La curiosidad te genera capacidad de aprendizaje. No quiero gente que sepa, quiero gente que aprenda, que tenga capacidad de aprender, porque entonces las cosas siempre mejoran. Si tienes un trabajador curioso te va a ir bien. La curiosidad implica interés, diversión, mejorar, buscar… Es un motor. A mis hijos les inculco mucho esto, que toda la curiosidad que tengan de tocar, abrir, descubrir, manejar, la desarrollen porque es maravilloso.

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