Podía tratarse de la puerta más modesta, con contrachapado de saldo y cerradura básica, o de la más sofisticada, con doble panel acorazado y dotada de cierre de alta seguridad. Ninguna de ellas se resistía a la banda del boroscopio, liderada por un «histórico» de los robos en viviendas, un búlgaro asentado en València, de cuya desarticulación ya informó en exclusiva Levante-EMV tras su detención y la del resto de su organización, el pasado 14 de marzo.

De los cuatro detenidos ese día, todos de la misma nacionalidad, la jueza de Instrucción número 3 de Pamplona, que ha supervisado la investigación desde sus comienzos en febrero del año pasado, envió a prisión a tres: el líder y los otros dos hombres -el lugarteniente y el ojeador de objetivos-. La mujer del cabecilla, sin embargo, quedó en libertad con cargos.

Los dos máximos responsables de la investigación policial, el inspector Luis Calvo, jefe del grupo de Robos de la UDEV de Pamplona, y el inspector Joaquín Arenas, jefe del grupo de Crimen Organizado de la Udyco de València,explicaron ayer cómo actuaba este grupo bajo las órdenes de un hombre detenido varias veces en València y que, hasta ahora, no había pisado la cárcel porque siempre salía del juzgado por su propio pie y no en un furgón.

Ambos coincidieron en que se trata de la banda de ladrones de pisos «más sofisticada y profesional» de cuantas están actuando en España. La inversión en herramientas lo prueba: decenas de miles de euros invertidos en toda suerte de juegos de ganzúas, perforadoras y extractoras de bombines, lanzas térmicas, boroscopios (endoscopios de uso industrial para controlar el interior de los pisos a través de la mirilla) de alta precisión y un largo etcétera. Por tener, tenían incluso un kit analizador de oro -para conocer la pureza del oro mediante una serie de ácidos antes de venderle al receptador las joyas robadas- y otro para estimar la calidad de los diamantes.

Oculto en trasteros

Tanto las herramientas como los botines que conseguían eran escondidos en dos trasteros alquilados en València -estaban a punto de apalabrar otro en Zaragoza, otra de las ciudades donde actuaban-. Durante las detenciones y los registros, los agentes se incautaron de alrededor de dos kilos de oro en joyas que los presuntos delincuentes estaban a punto de entregar al perista de Madrid con el que trabajaban -disponían de otro en València que aún no ha sido localizado-. De hecho, solían deshacerse de lo robado en las dos o tres semanas, como máximo, posteriores a los asaltos.

La investigación comenzó en febrero de 2016 en Pamplona, tras el primero de los 19 robos que se les imputan con las pruebas recogidas hasta ahora -sólo por indicios, se les presumen cerca de un centenar en València, Zaragoza y Pamplona-. En esa ocasión, se llevaron joyas y dinero por valor de 30.000 euros y actuaron bajo el mismo modus operandi que acabaría por ser su sello y, al mismo tiempo, su perdición.

En primer lugar, seleccionaban el «objetivo» a partir de las indicaciones del ojeador, que luego asaltaban en las horas más tranquilas: desde las once de la mañana hasta la una de la tarde. Se adaptaban a cada cerradura usando distintos métodos, desde el bumping (una llave maestra que el ladrón golpea dentro de la cerradura hasta lograr el engranaje de todos los pines), hasta el impressing (colocan delgadas planchas de aluminio dentro de la cerradura, sobre las que se copian a modo de molde las muescas de la llave cuando su dueño abre la puerta, ajeno a lo que está ocurriendo), pasando por otras técnicas como la magic key (una llave maestra para las cerraduras de gorja) o el ganzuado.

Además, se cree que estaban preparándose para empezar a atracar a narcos -tenían una pistola, robada en 2014 durante el asalto al domicilio de un militar en València, y una máscara como la utilizada por Jason, el protagonista de Viernes 13-, aunque de momento no existe constancia de que hubieran cometido ninguno. Así mismo, tenían lanzas térmicas y bombonas de oxiacetileno para reventar cajas fuertes, algo que aún está bajo investigación.