Conocido como Colombianito, Santiago Lerma Vallejo, es considerado por la Policía Nacional la mano derecha del cabecilla de los Dominican Don't Play (DDP) en Zaragoza, Steven Guarionex Vásquez Montero. No fue detenido en la macrooperación contra esta organización ilegalizada por el Tribunal Supremo en 2014 porque ya estaba en prisión por intentar matar a un miembro de la banda latina rival Black Panther (BP) en el parque Grande José Antonio Labordeta. Este jueves se sentó en el banquillo de los acusados por ello, admitiendo la tentativa de homicidio y aceptando una pena de 4 años y medio de cárcel.

Afrontaba inicialmente 7 años de prisión, si bien, pese a estar ingresado en el centro penitenciario de Zuera, consiguió reunir 9.770 euros que abonó en concepto de indemnización a la víctima y que sirvieron de atenuante en el acuerdo de su abogado defensor, Carlos Estremera con la Fiscalía Provincial de Zaragoza. Curiosamente, no añade el delito de pertenencia a grupo criminal porque, aunque la Brigada de Información de la Jefatura Superior de Policía de Aragón, así lo hizo constar en el atestado, el Juzgado de Instrucción número 12 de Zaragoza rechazó una acusación por la que sí se sentará en el banquillo en la causa general contra el coro de Zaragoza de los DDP que afronta 80 años de prisión. No es la primera vez que ocurre una agresión en la que hay bandas implicadas y el acusado se salva de dicha acusación. Siempre se sospechó que la muerte violenta de Sami Hamidi, en la calle Princesa en 2018, respondía a un bautizo de sangre a los DDP, pero la Policía Nacional no pudo probarlo entonces, si bien el autor del machetazo, el menor Francisco Manuel G. S., alias Kiko, lo reconoció en una conversación con el propio Santiago Lerma Vallejo, de 22 años,  que era, supuestamente, el principal encargado de la captación y adiestramiento de los menores.

La agresión que este jueves se juzgó en la Audiencia de Zaragoza tuvo lugar  las 20.08 horas de noviembre del 2020, en el parque Grande José Antonio Labordeta de la capital aragonesa. Un joven de 19 años resultó sufrió dos puñaladas en el costado que le hizo estar ingresado en la uci del hospital universitario Miguel Servet de Zaragoza, donde acudió por su propio pie y ensangrentado.

Aunque admitió los hechos, durante la instrucción dio una versión muy diferente. Ante la magistrada que decretó la prisión provisional, negó ser el autor de las dos cuchilladas, así como su pertenencia a los DPP. También explicó que la víctima sí estaría vinculada a otra banda latina, los Black Panther, y que «tiene muchos enemigos». De hecho, el detenido aseguró que a él lo confunden con otra persona.

Esta agresión se produjo en un momento en el que las reyertas entre bandas latinas rivales eran constantes. En un mes se contabilizaron cinco peleas. La mayoría de ellas en los barrios de San José y Las Fuentes, una zona histórica para estos colectivos, ya que fue allí donde comenzaron a marcar territorio.

Una de ellas fue desarticulada antes de que se produjera después de que la Unidad de Apoyo Operativo (UAPO) de la Policía Local les descubriera en el parque de La Granja. Les intervinieron bates, barras de hierro y hasta un cuchillo de 20 centímetros. En otra contienda cinco agentes resultaron heridos al tratar de separar a las partes.

DDP y BP, presentes en Zaragoza

La Policía Nacional tiene en estos momentos identificadas dos organizaciones de este tipo: los Dominican Don’t Play (DDP) y los Black Panther (BP), quienes se reparten la ciudad en dos territorios. El coro de Zaragoza de los Dominican Don’t Play (DDP) fue descabezado hace un año en el marco de la operación Sanjo. Fueron detenidas 24 personas, ocho de ellas menores, si bien ha conseguido regenerarse, tal y como reconoció la delegada del Gobierno en Aragón, Rosa Serrano, en una entrevista con este diario.

Las bandas juveniles cada vez lo son más, nutriéndose de adolescentes de 14, 15 y 16 años. Se aprovechan de la vulnerabilidad de los menores, sobre todo de la facilidad de adoctrinarlos y de que la ley es más laxa con ellos. Los parques de la ciudad y los centros escolares como los lugares escogidos por la figura del captador. También lo hacen, y cada vez más, a través de las redes sociales, especialmente Instagram.

El objetivo es siempre un menor que tiene algún tipo de problema, bien sea de estudios o con sus seres queridos, ya que los pandilleros les prometen formar una nueva familia. La protección de cada uno de los miembros es una promesa que se hace ley.

Una vez embaucados tienen que someterse a un periodo de pruebas en el que deben demostrar que son fieles a su organización. La organización les proporciona seguridad, les concede un rol y posición dentro de la misma y se convierte en su razón de ser.

Durante este periodo se les instruye en la comisión de delitos, en el porte de armas y en los enfrentamientos con bandas rivales, llevándose a cabo, tras su superación, unos ritos de iniciación en la banda, con la comisión normalmente de un delito de sangre.