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La fuerza del bloque

La fuerza del bloque

Somos la repera. Ahora resulta que, de repente, el Valencia va al Camp Nou, cuaja un partido completo, con credibilidad, mereciendo bastante más que perder por la mínima y resulta que aparecen voces señalando que la plantilla necesita refuerzos para competir la temporada que viene en Champions. Algunos han descubierto América. Que si Rodrigo no es un delantero top, que si Parejo necesita un recambio€ Pues claro que el Valencia no tiene una plantilla para ganar la Copa de Europa, fundamentalmente porque el mejor escenario imaginable para esta temporada 2017/18 era meterse en Europa League. Analicen el drama del lateral derecho cada vez que hay que disputar un partido con cierta complejidad lejos de Mestalla y quizá comprendan porqué Marcelino acude a la palabra «milagro» para explicar lo sucedido en los últimos nueve meses.

Doctores tiene la Iglesia, pero el que suscribe no comprendería que el club se vuelva loco para firmar un delantero que no puede pagar. Primero, precisamente por eso. Porque firmando a Kondogbia las estrecheces relativas al Fair Play aumentan y no habrá margen para meterse en una operación por un punta que tenga coste de mercado superior a 30 millones de euros. Segundo, porque la fortaleza de este Valencia de Marcelino reside en el colectivo, no en la individualidades. Que, por otra parte, no deja de ser un rasgo distintivo del ADN de aquellos equipos dirigidos por Héctor Cúper o Rafa Benítez que entraron en la historia. ¿Eran John Carew, Juan Sánchez o Mista fichajes multimillonarios? No, no lo eran. Y sin embargo hicieron goles -sobre todo los dos últimos- gracias a su talento, a su instinto rematador, pero sobre todo aprovechando el juego colectivo de un equipo que funcionaba de memoria.

La clave del éxito, entendiendo éxito como ser capaces de volver a estar entre los cuatro primeros («la liga es la competición que nos da de comer», que decía Unai Emery), y competir en Europa sabiendo que habrá muchas semanas con partido miércoles-domingo, es no desprenderse del pasillo de seguridad de este año. Puede que Rodrigo no sea Lewandowski pero, en este equipo, funciona y hace goles. La plantilla es mejorable, claro que sí. Pero la naturaleza no da saltos. No queramos jugar la final de la Champions en 2019. Que una derrota -injusta, además- en el estadio del equipo que va a ganar la Liga no nos haga perder la memoria. Ni confundirnos. El Valencia ya no es el equipo maravilloso de 2004. Podrá volver serlo si no se traiciona. Mejorar el bloque acertando en las incorporaciones y persistir en la máxima de trabajar en clave colectiva. Es el único camino posible.

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