El Valencia CF firmó ayer una actuación decepcionante en Son Moix, ninguneado hasta el extremo por el modesto Mallorca. No sólo resultó humillado, sino que perdió una magnífica ocasión de aprovechar una idílica coyuntura tras las derrotas de sus rivales directos (Sevilla y Atlético, en este caso). No es la primera vez, ni la última, que ocurre. El Valencia CF tiene esa extraña actitud autodestructiva de convertir una buena oportunidad de trepar en la clasificación (se situaba a un punto de la Champions si ganaba) en un fiasco ante rivales menores. Es casi mejor que no disponga de esas oportunidades: son, tradicionalmente, el anuncio de una actuación bochornosa. Para colmo, perdió a Parejo, expulsado al inicio de la segunda parte, para el choque del sábado (16 horas) ante el Barça.

La paradoja del Valencia CF es que su opulencia retrata, de vez en cuando, sus partes más precarias. Nunca como ayer se advierte tanto esa contradicción, que habla de un desequilibrio manifiesto en un equipo formado por notables futbolistas pero que sólo puede ganar desde la brega, desde el sacrificio de cada balón disputado. Sin esfuerzo, no es nadie. Es su particular síndrome. Como precedentes simbólicos en la Liga, el 6-0 sufrido en Salamanca en la temporada 97-98, en el debut de Campagnuolo. Como cita paradigmática, madre de todos los fiascos, la de Karlsruhe (7-0), de noviembre del 93. Cada cierto tiempo, en medio de la abundancia, vuelven.

El Mallorca descuartizó al Valencia CF en menos que canta un gallo. En un plis-plas y sin mancharse. Dos ingenuidades demoledoras en el primer tramo abonaron la contundente victoria del Mallorca en el peor partido de la era Celades. Del primer error se encargaron Gayà y Cheryshev, que no se entendieron en sacar la pelota. Parejo tuvo que derribar a Dani Rodríguez (no jugará ante el Barça por acumulación de amarillas) y, de la falta, sacó máximo rédito el Mallorca. Al balón blando acudió Raíllo al remate libre de marca -¿dónde estaba Wass?-, incrédulo ante semejante regalo.

Sin ningún alarde, el Mallorca tenía el partido en sus manos. Cazó el gol en el primer error del Valencia CF y remató el choque en el segundo fallo. Esta vez lo protagonizó Coquelin, que convirtió un corte de balón en un desastre irreparable. Budimir desvió el remate de Dani Rodríguez a la portería ante la condescendencia general de la defensa.

El Valencia CF persistió en su alarmante vulgaridad. No compareció al partido. Pasó por Son Moix sin dejar rastro. Confirmó su debilidad con un juego espantoso, sin nadie capaz de dejar un apunte de clase. Ni los veteranos, ni los jóvenes. La desastrosa actuación colectiva retrató, también, a algunos futbolistas. Celades no tuvo reparos en señalar a Cheryshev, que firmó un partido decepcionante, impropio de un futbolista de élite por su incapacidad para gestionar mínimamente la posesión de la pelota. El entrenador lo mandó a la ducha en el minuto 43, sin ni siquiera esperarse al descanso para darle relevo por Ferran Torres.

Todo lo que el Valencia CF echó de más al ruso, echó de menos a Rodrigo, el elemento conector del medio campo con el área contraria. El equipo de Celades fue un grupo desconcertado, sin versatilidad, paciente cuando no debía e impaciente cuando necesitaba algo de calma. Un desastre que había confirmado el Mallorca con el tercer gol, en una acción entre Salva Sevilla y Budimir que desnudó, de nuevo, a los centrales del Valencia CF.

El caos se confirmócon la expulsión de Parejo, justamente amonestado las dos veces, por mucho que se quejara el capitán blanquinegro. Cualquier intento por meterse en el partido quedaba neutralizado sin la presencia del arquitecto del Valencia CF en el campo. El partido sólo dejó, para el Valencia CF, las interesantes incursiones de Ferran Torres, el mejor de un equipo carente, ayer, del mínimo entusiasmo, y la reaparición de Kang In Lee en la última media hora. Todo frente a un rival recio, sin fisuras, sin ninguna intención de acomplejarse. El único que interpretó el partido desde la ambición.

El partido regaló, en el tramo final, dos goles más: el 4-0 del Mallorca, en un chut lejano de Dani Rodríguez, y uno de Ferran Torres, al rematar una acción ofensiva desde el punto de penalti. La única lucecita del Valencia CF en un partido repleto de oscuros. No por los de las manchas de su equipación. El Valencia CF salió del campo tal como entró: con la camiseta más blanca, azul celeste jaspeada ayer, que nunca.