Las gradas del campo de rugby, que vivieron un ascenso del Valencia Tecnidex y que estuvieron a reventar en un partido de la selección de Gales contra la valenciana, eran ayer la metáfora perfecta del polideportivo del Saler. Solitario, silencioso y barrido por la brisa marina, el polideportivo municipal vive estos días sus últimas horas de actividad. El lunes, la FDM, ayudada por la Demarcación de Costas, comenzará a desmantelar el polideportivo, aunque no todo. La pista de hockey, «mejor que la que hay en Beteró», según Vázquez, la zona de radiocontrol y el bar restaurante permanecerán en uso al menos unos meses hasta que el consistorio las desmantele de manera definitiva.

«Da pena, tras treinta años aquí...», dice Vázquez, observando los que han sido sus dominios. Su labor termina ahora, y teme que el abandono de las instalaciones, de las que nadie cuidará, dé al trasto con tres décadas de trabajo. Incluso ayer apenas había nadie en el polideportivo, más allá de algunos padres con sus hijos jugando en los campos de césped. «Nuestros usuarios saben que esto se cierra y ya no vienen», explica Vázquez.

Por su parte, los más afectados por el cierre del polideportivo del Saler, los vecinos, se concentrarán mañana por la mañana en las instalaciones deportivas para pedir que no se clausure. Para muchos vecinos de las pedanías del sur de Valencia, el polideportivo era el lugar idóneo para practicar deporte. «Algunos corredores vienen de Valencia y se cambian en nuestros vestuarios, y ahora ya no podrán hacerlo», comenta el encargado, que ahora se irá a trabajar al polideportivo de Natzaret, como él mismo ha pedido.

En cualquier caso, aunque parte del polideportivo siga en pie, su destino es incierto. La FDM comenzará el lunes a desmontar los palos de rugby, las porterías de fútbol y el cableado de las torres de iluminación, menos la de campo de rugby. Sin embargo, no habrá nadie que se encargue de las pistas, ni del mantenimiento de los barcos de vela de cuatro clubes que ahora tendrán que trasladar sus naves hasta la antigua escuela de estibadores portuarios. Pronto, la naturaleza volverá a recuperar el terreno perdido y ninguna pelota rodará de nuevo entre la maleza del Saler.