En pleno movimiento desarrollista de Nueva York, la activista, periodista y ama de casa Jane Jacobs consiguió frenar el proyecto que, a finales de los años 50, presentaba el arquitecto Robert Moses: una autopista que atravesaría la ciudad, dividiendo a los habitantes de la zona, como ahora lo hacen las vías del tren en València. Poco después de la muerte de Jacobs, en el año 2007, se inauguraron, en su honor, unos paseos de grupos, en los que mirar, tocar y sentir los tejidos asociativos creados por redes vecinales: Jane's walk (los paseos de Jane). Un movimiento global que busca arrojar luz a los problemas de las grandes ciudades y revivir las ideas de la activista en pro de una planificación urbana con visión humana y perspectiva de género.

Más de 200 ciudades de 37 países diferentes participan en el movimiento. Hasta ahora, en València, ya se han realizado estos paseos en los barrios de Campanar (2012), Algirós (2013), Benimaclet (2014) y también en Burjassot (2016), en Torrefiel y Orriols (2018). Ayer, las gafas violetas de Jane se posaron sobre el barrio de Patraix. Un paseo que empezó en la Junta Municipal de Patraix hasta llegar a la plaza homónima, pasando por el parque de Enrique Granados o la biblioteca pública. Este fue dirigido por los arquitectos de la Universitat Politècnica de València Eva Álvarez Isidro y Carlos Gómez Alfonso (con la colaboración de Igualdad), en el que participaron 25 vecinos de València, así como el presidente de la asociación de vecinos de Patraix, Toni Pla.

Un barrio en el que 25.000 personas conviven entre humo, tráfico, contenedores, una subestación aún en activo (pese al movimiento vecinal en contra), y un callejero conformado por los nombres de únicamente tres mujeres, dos de ellas directamente ligadas con la Iglesia (la Beata Inés y Madre Petra Religiosa) y solo uno con la maestría, María Jordán, de la cual pocas referencias se conservan. «Y las pocas que se intentan crear acaban siendo eliminadas de la web precisamente por esa falta de archivo previo», denunció la arquitecta Àlvarez, que añadió: «que no hayan espacios públicos con nombre de mujer supone indicar a la sociedad que no somos un sujeto igual a los hombres, que no hemos hecho nada para merecernos el nombre de una calle».

La oscuridad en la que, al caer la noche, se sumerge al solar abandonado y ocupado por el vecindario a modo de«parking gratuito» ( situado en las inmediaciones del Colegio Público Jesús) fue otro de los puntos clave del paseo. «No todo el mundo tiene claro pasar de noche por esta zona, depende en gran medida de tu condición física y del miedo que supone la amenaza permanente de sufrir una agresión sexual», indicó CarlosGómez.

El mismo centro escolar fue criticado por quienes conocen su dinámica. «Sigue supeditado a lo que muchos otros, a la jerarquía de género, diseñando una cancha central identificado con juegos de pelota habitualmente destinados a niños, mientras las niñas se quedan con lo que les queda: con los rincones», añadieron.