Días después de poner en marcha su riguroso plan de ajuste y una devaluación del 119%, el Gobierno de ultraderecha argentino tuvo su primer pulso en la calle con sectores sociales y grupos de izquierda que ocuparon una Plaza de Mayo prácticamente militarizada, frente a la sede del Ejecutivo. El presidente Javier Milei siguió los acontecimientos desde la sede de la Policía Federal, como si se tratara de una situación de guerra. El fuerte operativo de fuerzas del orden, con más de dos mil policías y gendarmes, fue dispuesto por la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich. En cierto sentido, fue más importante que el acotado protagonismo de los manifestantes.