Esto me comentaba totalmente indignado mi primo cuando vio que la grúa se había llevado su furgoneta en la mañana del pasado sábado. Exactamente a las 7 fue a retirarla de donde la había aparcado a las 22.15 de la noche del viernes, cuando al volver de trabajar desde las siete de la mañana „sin haber podido ni ir a comer ya que el pobre anda muy agobiado tratando de liquidar las deudas que tiene con la Administración„ no encontró aparcamiento y después de media hora dando vueltas decidió dejarla en un hueco que encontró en el carril bus de Matías Perelló, totalmente ocupado por los coches y donde tenía entendido que se autorizaba aparcar hasta las 8 del día siguiente, cosa que consideraba muy justificada en un barrio donde se han suprimido un montón de plazas de aparcamiento y en el que los fines de semana se hace imposible aparcar si no se dispone de una plaza de aparcamiento propia.

Pues bien, el primo soy yo y la fiesta me costó 151,97 euros más 200 de multa por «estacionar en carril taxi-EMT no permitido con peligro para la circulación» a las 5 de la mañana, enfrente de mi casa, en el mismo sitio donde se aparca ocupando todo el carril bus desde hace ya unos cuantos años y teniendo, cuando aparqué, dos coches de la policía municipal con varios agentes en la esquina de enfrente.

Y digo yo que si a algunos de los que tienen en sus manos la vida de cientos de personas se les deben de pasar concienzudas revisiones de todo tipo y por supuesto sicológicas, ¿ por qué no se les pasan a estos que juegan con las vidas de millones de ciudadanos? Y no lo digo por los policías, que también. Salvador Payá García. Valencia.