Actualmente nos vamos concienciando, por fortuna, de que existen muchos casos de maltrato contra los animales y de la necesidad de erradicar estos comportamientos. Aunque dicen que los vegetales no sufren o, al menos, no de igual forma que los animales, se puede apreciar en muchos casos que no están en sus condiciones ideales. Llama la atención el trato que se da frecuentemente a árboles y arbustos en nuestras ciudades: podas salvajes o por el contrario, árboles medio desgajados por falta de poda; alcorques mínimos que no permiten respirar y recibir agua adecuadamente a las raíces, además que parecen suponer que los árboles no crecen y engrosan sus troncos; árboles mal situados, faltos de luz solar, excesivamente próximos a edificios, etcétera.

Pero lo más indignante y llamativo es cuando algún arquitecto u otro proyectista sitúa especies vegetales en lugares incoherentes en un alarde de creatividad. En la ciudad de Valencia tenemos algunos buenos ejemplos de ello: palmeras ubicadas entre la estructura del Umbracle, en la Ciudad de las Artes y las Ciencias, condenadas a ser taladas con el paso del tiempo; otro ejemplo similar es el caso de las palmeras ubicadas emergiendo en los laterales del tablero del puente de las flores y, quizá el alarde mayor lo constituye una parte de la fachada del Bioparc, donde a alguien se le ha ocurrido poner unas palmeras encerradas en una especie de cajones de vidrio, mostrando un dudoso concepto de la estética.

Todo este tipo de despropósitos no debería ser consentido (y en muchos casos promovidos) por la autoridad municipal de cada lugar. No debemos olvidar que los vegetales también son seres vivos y que el lugar y las condiciones donde los situemos debe ser compatible con su normal desarrollo y vida. Juan F. de Scals Pellicer. Valencia.