Magnífico el artículo firmado por Vicente Gorgues titulado «La emoción de escribir». Como profesor de Lengua y Literatura, me he peleado para que los alumnos supieran expresarse correctamente por escrito y leyeran, incluso dejando de lado algunos capítulos del temario.

Ante el alud de tecnología que tan bien define Gorgues, siempre me he mantenido en mis trece, como una especia de dinosaurio anticuado pero convencido de los resultados: los trabajos por escrito (comentarios de texto, resúmenes de libros, etcétera) han de presentármelos en la libreta, a mano. ¿Por qué? Para evitar el engendro que resulta del «corta-pega» tan habitual y, por supuesto, la inutilidad de los correctores ortográficos. ¿Cómo sabe el corrector si «abría» es del verbo abrir o haber?

Es más, aunque el alumno copie de internet el contenido, sólo por el hecho de hacerlo a mano, ya está leyéndolo y, en cierto modo, interpretándolo. Para que no ocurra lo que le sucedió a un compañero profesor de música cuando pidió un trabajo sobre un compositor holandés del siglo XVIII y un chaval le entregó en perfecto «word» la biografía de un árbitro internacional de fútbol. El primero con ese apellido que aparecía en Google. Un disparate. Andrés Pau. Valencia.