Los festejos populares españoles incluyen algunas tradiciones ancestrales brutales y sangrientas que deberían ser sustiuídas por otras más acorde con nuestros tiempos. Los pueblos siempre han buscado alguna diversión para los días señalados del año. En épocas pasadas, cuando no había fútbol, televisión o conciertos de rock, y la cultura y el civismo en general eran un bien escaso, podía entenderse como diversión torturar a cualquier animal, en especial al toro. Mantener el anacronismo de los festejos taurinos supone un buen negocio, pero también demuestra que los efluvios de Atapuerca y Altamira obnubilan la mente de muchos españoles. Espero y deseo que estos aromas primitivos se disipen y la ley en defensa de los animales alcance también a los toros. No se trata de prohibir, sino de convencer. Miguel Martínez. Valencia.