Entiendo que, a efectos prácticos, es necesario establecer las diferencias entre quien ocupa efectivamente en un momento una posición y quien la detentó pero, coincidirán conmigo en que reducir el tema a la incorporación del prefijo ex, o peor aún, usar dicho prefijo como título, tiene un marcado carácter peyorativo que mal se conjuga con la alta dignidad que tuviera la persona a la que nos referimos. Así, sería intolerable referirse a Benedicto XVI como ex papa y me parece muy bien que se le designe oficialmente como papa emérito y otro tanto habría que decir del empleo del ex en referencia a quien fuera ministro o presidente del gobierno de cualquier país.

En el caso de quien fuera esposa o marido de quien habla en un tiempo pasado es, probablemente, donde el empleo del ex cobra toda su carga de reproche y se convierte en un verdadero calificativo despectivo y no dudo que, por el número de personas que estuvieron casadas y ya no lo est,o están con su antiguo cónyuge, el uso generalizado del prefijo ex sin más tiene su origen en esta situación.

Es una lástima que miremos al pasado con rencor. Aunque la realidad sea tozuda y nos demuestre cada día que nos casamos por amor con la persona de nuestra preferencia pero que, cuando se decide cancelar una relación conyugal, quien fuera nuestro mejor soporte se convierta en nuestro peor enemigo, es lamentable que resumamos en ese término que habla de que se acabó todo lo que, seguramente, fueron miles de momentos de felicidad y sueños compartidos.

Entenderán ahora que me niegue a emplear la palabra ex, ni tan siquiera en su valor real de prefijo, y que prefiera hablar del que fuera presidente de Francia o de quien es antiguo ministro de Sanidad de tal gobierno. El relato se vuelve un poco más largo y se pierde en inmediatez; pero se gana en respeto a quien fuera un buen político o un excelente gestor y se pone en valor lo mejor de un pasado matrimonio borrando el rencor de las razones que dieron en echar a pique la relación y los agravios que siguieron a su ruptura.

No me negarán que si contemplamos el uso del lenguaje desde la perspectiva que les señalo ganamos en sentido de la justicia y, especialmente, en destacar lo bueno frente a lo peor del tiempo pasado y no es que con ello se pretenda plantear, como hiciera el poeta a la muerte de su padre, que cualquier tiempo pasado fuera mejor, sino que se mira a lo que fue y a quien fue sin rencor y se destaca lo que realmente nos aportó.

Me podrán tildar de cursi pero yo añadiría a cualquier manual de estilo la prohibición del uso del ex y es que en este tiempo en que tanto esfuerzo dedicamos para eliminar las connotaciones sexistas, homófobas o racistas del lenguaje también sería bueno que evitáramos esa agresividad sutil que tienen algunas palabras, o la falta de ellas.