Ahí vamos, camino de unas nuevas elecciones generales, con renovada incertidumbre, con nuevos pactos de izquierda, los mismos candidatos y programas electorales que siguen sin abordar un problema urgente y trascendental para la sociedad española: la crisis de la natalidad. Los expertos afirman que estamos ante un auténtico suicidio demográfico, pues para afrontar con realismo el futuro nos faltan más de setecientos nacimientos diarios. Pero no estamos ante un supuesto suicidio, sino ante un asesinato cierto. Porque esos setecientos nacimientos que nos faltan a diario se reducirían sobremanera si se derogara la ley del aborto.

Ningún partido, a excepción de alguno minoritario, se plantea coger el toro por los cuernos y afrontar con valentía esta urgencia nacional. Porque la derogación del aborto no sólo nos permitiría hacer frente a las futuras pensiones, sino que causaría una auténtico boom económico. Las empresas de alimentación, mobiliario, ropa, calzado, automoción y muchas otras, tendrían que aumentar su producción y contratar a un montón de personas.

Entonces, ¿por qué ese empeño en promover el aborto y ningunear a los que apuestan por la vida? ¿Qué oscuros intereses hay detrás de ese fomento de la cultura de la muerte? ¿Por qué tenemos que confiar nuestro voto a unos candidatos que nos quieren condenar a una crisis perpetua? En nuestra mano está cambiar el signo de los tiempos. Jesús Asensi Vendrell. Algemesí.