Hasta hace nada tenía pocas cosas claras en esta vida y una de ellas era que lo masculino era diferente de lo femenino. Vivía, parece, una ilusión fruto de una mala educación. La llamada ideología de género tilda de retrógrados y homófobos a los que no se adhieren a la evidencia, según ellos, de que esto de que te salga barba y pelo en pecho tiene poco que ver con que te atraiga quien no se tiene que afeitar pero sí gasta en sujetadores. Se trata de convencionalismos de una educación trasnochada. Y que viva la libertad de elección. A mí lo de tener padre y madre, al menos me ha servido para saber quiénes son y convivir con ellos. Podían haber sido dos padres o dos madres, pero me faltaría conocer la mitad de mi origen. Puede que tampoco haga falta saber tanto.

Cuando el cardenal arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, avisa de que la familia formada por un padre, una madre y su prole no existiría si hay quien las cambia por dos personas del mismo sexo al resultar equiparables me parece que es de cajón. Y en este asunto, cuando veo tanta coincidencia entre representantes de partidos políticos tan distintos me hacen dudar de que algo me he perdido sobre la reproducción, la fisiología y la psicología humana. Será que las cosas no son como son y que Darwin se equivocaba con que la función y el órgano algo tienen que ver. Salvador Molina Jiménez. Valencia.