Desde pequeña empecé a ir a la playa de las Arenas. Es un recuerdo entrañable. Íbamos prontito,cuando aun el sol era tibio, nos metíamos en el agua corriendo. Nada más llegar. Éramos niños felices que almorzábamos tortilla de cebolla. Ningún verano he dejado de ir a la playa porque, como dice una amiga, uno de los mayores placeres que existen gratis, es bañarse en el mar y tumbarse a secarse al sol. Y también es un placer caminar orilla arriba, hacia la Malva-rosa, la Patacona y el barranc de Carraixet. Pero me siento incapaz de profanar una tumba de agua, ese Mediterráneo de luz y alegría que cantaba Serrat ya no es mi Mediterráneo porque me da vergüenza ser tan feliz sintiendo su caricia, esa caricia que se ha convertido en garra mortal para tantos... Maria Francisca Luisa Bello. Valencia.