No es Rajoy hombre de muchas palabras, ni de mensajes directos e inequívocos, sino que la ambigüedad (lo ves parado en mitad de una escalera y nunca manifestará si su intención es subir o bajar) forma parte de su carácter. Por eso es tan difícil negociar con él. Tampoco le atraen los cambios de estrategia y, mucho menos, de opinión.

Es machacón, le resulta difícil admitir del otro los peros cuando te refieres a temas que, por distintas razones o conveniencias le interesa dejar en claro, aunque la claridad no sea tan evidente para muchos. Difícil interlocutor.

Con estos mimbres y la actual situación y tras un cuatrienio de mayoría absoluta en el que era superfluo contar con otras formas de ver los asuntos para decidir políticamente, ¿será posible el acuerdo? De momento, la más absoluta soledad parlamentaria rodea a sus insuficientes 137 escaños. Francisco López Cordón. Valencia.