El hecho de que la manifestación que se celebró el pasado sábado contra el decreto de plurilingüismo fuera minoritaria, no es indicativo de la realidad de muchas familias y docentes: somos muchos los que estamos en contra. Nací en Salamanca y me crié en Madrid, es decir, soy castellanoparlante, aunque pertenezco a esa generación que, se manifestó en las calles (en un momento que realizar este tipo de actos suponía literalmente jugarte la vida) por una enseñanza pública, de calidad y en la que los padres pudieran elegir tanto la lengua vehicular de estudio como el centro donde querían llevar a sus hijos.

Desde la Transición hemos vivido/sufrido varios cambios educativos, dependiendo siempre del partido en el poder. ¿Debemos guiarnos por datos y números en lugar de pensar, analizar y razonar? Invito a leer el decreto, a analizarlo y razonarlo, porque al igual que la ley Wert no fue debatida, este decreto tampoco lo ha sido y la desinformación ha sido total. Una ley que prima el inglés si el 70 % de las clases se imparte en valenciano, ¿no es clasista? ¿No recuerda a tiempos pasados en los que se imponía una sola lengua y se castigaba a quien utilizaba la de su comunidad? ¿Cómo es posible que vayamos hacia romper las barreras geográficas y, a la vez, impongamos barreras lingüísticas? Que nadie se equivoque, defiendo y defenderé la lengua de cada una de nuestras comunidades, no solo porque enriquecen, sino porque forman parte de nuestra cultura y de nuestro pueblo.

Aunque la manifestación no fuera representativa del sentimiento real, habrá que ver el precio que pagan los partidos democráticos como consecuencia de este decretazo. Es así como la lengua, supremo privilegio del hombre y que abre infinidad de horizontes, se está utilizando en nuestra comunidad para separar, y, sutilmente, incitar al odio. Yo quiero pensar en una escuela nueva, distinta, abierta, educando a ciudadanos del mundo y sin perder nuestra identidad. Elisea García Rivas. L´Eliana.