Siempre digo con mucho orgullo que soy madrastra de un niño. Siempre digo que la factoría Disney ha hecho mucho daño a la figura de la madrastra.

Hoy salgo llorando de una tutoría en el colegio concertado religioso al que va mi hijastro porque no me han dejado asistir a la misma. Por segunda vez consecutiva no me han dejado asistir, aunque iba de acompañante de su padre. Los motivos€ que no soy padre, madre ni tutora legal de «mi niño». Acabáramos, como si eso no lo tuviese yo claro€

No soy su padre, su padre es mi marido. Y puntualizo marido, pues aunque no casados a los ojos de la Iglesia, sí que estamos casados a los ojos de un Juzgado. No soy su madre, claro que no soy su madre, al menos su madre biológica, que está viva y espero que por muchos años. Aunque he de decir que en la semana que «mi niño» está en «nuestra casa» asumo esta función con todas sus consecuencias. Porque «mi niño» es «mi niño», no mi hijo biológico, pero sí «mi hijo» en el corazón. Y nunca le he llamado mi hijo, ni he permitido que me llame mamá, aunque a él bien que le habría gustado, porque tengo bien claro que su madre biológica está viva y porque estoy encantada de ser su «madrastra». No necesito ser otra cosa.

Y no soy su totora legal. Sólo soy «la madrastra». Y como madrastra tengo una relación extraordinaria con él. Estoy en su vida desde hace ocho años. Le he ayudado a abandonar el chupete. Le he ayudado a quitarse los pañales. Le he consolado cuando se ha hecho daño. Le he llevado al médico cuando se ha puesto enfermo y le he atendido y dado todo mi amor cuando ha estado enfermo en casa. Le he ayudado con los deberes y le he ayudado con los exámenes. Le compro ropa, la lavo y la plancho. Le preparo la comida. Le leo cuentos y comparto mis libros con él para que se vaya aficionando a la lectura€ resumiendo, comparto sus lágrimas y sus risas, comparto su vida y estoy feliz por ello. Soy su madrastra y lo digo con orgullo a todo el que me quiera escuchar.

Sirvo para todo ello y, sin embargo, se me niega el poder asistir a una tutoría porque no soy padre, madre o tutora legal de «mi niño». ¿Será que para este colegio religioso participar en la educación de un niño e involucrarse en la misma no es algo respetable, salvo que ostentes un título?

Lloro por dentro y lloro por fuera€ porque yo tengo derecho a ejercer de madrastra en igualdad de condiciones que cualquier padre, madre o tutor legal que se precie (que también para eso ejerzo las funciones de cualquiera de ellos) pero hay algo que aún me duele más y es que a «mi niño» se le está negando el mismo derecho que a mí se me niega, el derecho a tener una madrastra que le quiere como si fuese su padre, madre o tutor legal, y que quiere asumir estas funciones porque en su corazón, y también en la práctica, «su niño» es «su hijo». Emilia Asorey García. València.