Existe un perfil literario de Blasco Ibáñez que describe Fernando Garrido Baixauli en su obra Carne para tiburones, que le retrata como un humanista que dirige su pluma y se pone a disposición de unos seres desdeñados, que son la tropa que forman los defensores de Cuba. Desde el periódico Pueblo, Blasco Ibáñez condena la soldada de cuota, de aquellos que no pueden pagar 6000 reales o 1500 pesetas para no ser reclutados. Algunos padres son capaces de perder lo poco que tienen hipotecándose de por vida con los usureros del momento, para que sus hijos no vayan a la guerra.

Critica también a los políticos del momento y por la guerra e injusticias que se están cometiendo con los jóvenes reclutas. Escribe contra Cánovas, Martínez Campos, el marqués de Comillas... Sus diatribas le envían al penal de San Gregorio dos años, más tarde conmutados con destierro fuera de su amada Valencia. Posteriormente fue elegido diputado en Cortes por Valencia. Y después se retiró a escribir en el edificio de dos pisos con cariátides en la terraza -que erroneamente se llamó Palacete de la Malvarrosa, como expresa su último biógrafo León Roca- frente a su querido Mediterráneo, que también plasmó y describió con mucho sentimiento, como por ejemplo en Mare Nostrum. Francisco Javier Sotés Gil. València.