«Predica con el ejemplo, que algo quedará». Esta frase se escuchaba con frecuencia en boca de nuestros mayores; al menos yo se la he oído decir en no pocas ocasiones a los míos. Me temo que la estamos olvidando, o que la hemos enterrado ya del todo. Los adultos hemos ido perdiendo conciencia de que somos los responsables últimos y principales de las conductas y de los hábitos que observan aquellos que nos suceden (hijos, sobrinos, nietos...). Con razón o desprovistos de ella, movidos por la realidad y los avatares del momento histórico que nos ha tocado en suerte y animados por las modas de turno ,hemos desatendido la noble tarea de contribuir a la formación intelectual y emocional de nuestros menores. Lo hemos fiado todo a la escuela y a los avances tecnológicos. Mal negocio.

El resultado es preocupante. Las estadísticas (las matemáticas son como la verdad de los borrachos) nos colocan a la vanguardia del fracaso escolar europeo. Asimismo, esos barómetros apuntan que nuestros jóvenes son una especie de yonquis de las nuevas tecnologías, que padecen de estrés galopante si no obtienen acceso a internet y a las redes sociales. Somos los adultos quienes hemos generado esta deriva tan negativa. Hemos puesto en manos de nuestros hijos los dispositivos que ha ido generando el mundo tecnológico, pero ¿nos hemos preocupado de amueblarles la cabeza primero?

Somos los que menos tiempo dedicamos a la lectura en Europa; el 40% de los españoles no ha leído un solo libro en el último año. Nada es casual. Es muy probable que aquellos lodos traigan causa de estos polvos€ Apaguen el televisor y los dispositivos electrónicos que nos gobiernan y acudan con sus hijos, sobrinos o nietos a visitar la feria del libro más cercana. Algo bueno quedará. Rodolfo Marqués Burguet. Alaquás.