La sección Panorama dedicada a la versión valenciana de Arròs i tartana de Vicente Blasco Ibáñez el pasado 30 de mayo, aseguraba que se trata de la primera traducción al valenciano, a cargo de la licenciada en Historia del Arte Ana Bayarri Moreno. Pero la primera traducción valenciana es mía y se publicó hace casi 20 años, en 1999 la falla del Campot de l'Albufera. Una de las comisiones más originales que hayan existido nunca.

El Campot nació de la amistad común de nueve matrimonios de Catarroja que tenían una finca aislada en la marjal, la mansión denominada Casa del Senyoret. A alguien del grupo de amigos se le ocurrió plantar una falla pero quisieron inscribirla oficialmente en Junta Central Fallera, obligando a los jurados a desplazarse hasta allí para calificarla. En el año 1998, adelantándose al Any Blasco que montó Tarancón en la Diputación de Valencia, los falleros del Campot quisieron editar por primera vez a Blasco en valenciano, tras los intentos republicanos enfocados al mercado editorial catalán. Sin embargo, existía un grave problema: los herederos de Blasco, poseedores de sus derechos de autor, no estaban dispuestos a tolerar traducciones extraviadas. El peso de las ideas de su antepasado sobre «la lepra catalanista» era determinante. La labor diplomática de Pepe, presidente de la falla, fue magnífica. La presentación oficial se hizo en el Museo de Blasco Ibáñez, en un acto memorable. Por primera vez se interpretaban los textos de Blasco en su propio idioma popular.

Las ediciones del Campot no fueron simples folletos para salir del paso. Estamos hablando de unas ediciones de lujo, gran formato en cartoné, papel de alto gramaje y sobre todo el saber hacer de la gran imprenta Romeu de Catarroja. Se imprimieron 600 ejemplares de cada libro que hoy pueden ser considerados objeto de culto de los bibliófilos más exigentes. Ojalá hubiera seguido la colección pues a estas alturas ya tendríamos casi la obra completa de Blasco en valenciano. Desgraciadamente, la falla se disolvió tras el fallecimiento de uno de sus integrantes, cerrando un gran ciclo que duró 20 años.

Nos queda la colección de llibrets, con Amfós Ramón al frente de un selecto grupo d colaboradores, como testimonio de esta gran obra cultural altruista. Porque la magna tarea de traducir laboriosamente los textos de Blasco fue gratuita. Hubo que hacerlo al más viejo estilo artesano, palabra a palabra y frase a frase. Así nacieron las primeras traducciones modernas de Blasco, aunque ahora que su propiedad intelectual es pública auguramos que vendrán muchas más. Carles Recio. València.