Querido y estimado Pablo, dices que los actos perpetrados por los grupos violentos independentistas no son constitutivos de hechos terroristas. Argumentas que ellos no ponen bombas lapa ni aprietan el gatillo sobre la nuca. Como bien sabes, no hay ninguna tabla para cuantificar el miedo, el pánico, el terror. Miedo es aquello que sentimos por su grado de violencia, tal que puede poner en riesgo la integridad física y algo más. La inseguridad que corren los vecinos al ver peligrar sus viviendas, negocios, coches€ cuando se producen en el casco urbano donde viven y transitan los ciudadanos por sus calles. Eres consciente que esos hechos no se perpetúan en descampados lejanos e inhóspitos.

Pablo, estarás conmigo en que la violencia no tiene límites y es por ello que se convierte en una cadena de trasmisión. Espero que no defiendas que las piedras son caramelos, los violentos empujones son abrazos, que el lanzamiento de vallas sea para crear un perímetro de seguridad. Y que prenderle fuego a los contenedores y mobiliario urbano sea para aliviar del frío. Entre nosotros, te formulo dos reflexiones en una: aquellos niños que hayan sufrido viendo estos actos, ¿habrán esbozado en sus rostros una sonrisa o un llanto de terror? ¿Y aquellos otros niños y ancianos que se quedaron atrapados en las carreteras cortadas con barricadas de neumáticos ardiendo? Todos estos actos jaleados con los gritos energúmenos y con gestos violentos.

Esto no es libertad de expresión. Esto es una serie de terroristas que necesitan implantar el miedo para imponer su voluntad. Roberto Tarazona. València.