He leído que más de doscientos valientes donaron sangre en un emblemático edificio de Valencia. Valga por delante que le tengo miedo a las agujas. ¡Qué digo miedo! ¡Pánico! Cada vez que veo una, me mareo. Aún con todo, cada cinco o seis meses, me acerco al Centro de Transfusión de la Comunitat Valenciana (CTCV) para aportar mi granito de arena, o mejor dicho, mi bolsa con unos quinientos mililitros de sangre.

El protocolo es siempre el mismo. Rellenas un cuestionario. Pasas una breve consulta con el doctor o doctora correspondiente. Te analizan una gotita de sangre y te toman la tensión. Si todo eso está bien, ya pasas a la sala de los donantes. Aquí es donde, a pesar de haber donado más de quince veces, comienzan mis nervios. Por lo visto, se me nota en la cara. Me lo advierte una de las enfermeras. Su paciencia es infinita. Siempre les digo lo mismo: es que le tengo pánico a las agujas. No quiero mirar mientras me pinchas. Dame por favor un refresco mientras me sacas sangre. Si no te importa dame algo de conversación mientras estoy aquí tumbado. ¿Me pones la tele?

En fin, que los siete u ocho minutos que estoy allí tumbado, debo ser una coñazo para el equipo de enfermería. A pesar de ello, siempre son tremendamente hospitalarios y agradecidos. Abandonas la sala con un bocadillo, rosquilletas o lo que corresponda, pero sobre todo, te vas con la satisfacción personal de haber hecho algo muy positivo y altruista en el día. Porque el día menos pensando, tú también puedes necesitar una transfusión de alguien como yo. Así que no te pongas más excusas y acércate a donar. Salvador Herrero Rey. València.

Sin derechos para los valencianos

Debo darles las gracias a Compromís, al PSPV y a Podemos por la buena gestión que están haciendo en esta legislatura: creación de empleo, cero; ayuda a los valencianos, cero; y prestaciones, cero. De nada me sirve haber nacido en València. Algo diferente les sucede a los gitanos, rumanos, a los paquistaníes, colombianos, etcétera. Antes de favorecer al extranjero, hay que ayudar a tus compatriotas, aquellos que te votaron para que tú, a día de hoy, tengas un trabajo y un salario; y sabes que durante esos 4 años no te van a echar. En cualquier país prevalece el derecho y bienestar del residente y luego se ayuda al extranjero, no como aquí que queremos resolver la vida a quienes no han cotizado ni tienen contrato de trabajo y encima son privilegiados con derecho a la tarjeta sanitaria exenta de pagar medicamentos.

Los únicos culpables de esta situación y rechazo son los políticos, porque nadie desea expulsar a los extranjeros de esta ciudad, pero tampoco queremos ser discriminados en el acceso a las ayudas. Cada país tiene sus propias culturas, pero cuando alguien emigra a otro país debe cumplir con las normas de ese país. Ellos, sin embargo, tienen un gran número de hijos y por cada uno de ellos reciben una subvención. A mí, por vivir con mis padres, me han negado la tarjeta del autobús a precio reducido y los medicamentos gratuitos. Llevo ocho años en paro y, al vivir con mis padres, se me deniega absolutamente todo. Esther Clemente Bartual. València.