En el cruce del meridiano de Greenwich y el paralelo 40 o, lo que es lo mismo, en el camino de la Donació número 257 de Castelló se extiende un parque prácticamente desconocido para la mayoría de castellonenses. Con casi 11.000 metros cuadrados de superficie, el Meridiano sirve de punto de encuentro para los vecinos de la zona. Los más de 500 residentes de los caminos Donació, Donacioneta, Arrecife, la Mota y la Fileta tienen en el parque el sitio ideal para realizar actividades al aire libre.

Los niños suelen ir a jugar, los mayores lo utilizan para pasear o correr y cuando la asociación de vecinos organiza fiestas de barrio también las convoca allí. Este enclave natural ha sido testigo incluso de las bodas de algunas parejas de la zona, ya que alberga la ermita de Nuestra Señora de la Asunción construida en 2006. El Meridiano es, de hecho, el único espacio público del que disponen los vecinos de este pedazo de la Marjaleria que se extiende entre la ciudad y su distrito marítimo. En el lugar donde se cruzan las líneas imaginarias que delimitan los husos horarios el tiempo parece haberse detenido. El limbo legal en el que se encuentran muchas de las viviendas levantadas allí -por ubicarse en una zona de especial valor ecológico- explica la falta de servicios básicos desde hace años, como el alcantarillado, o la escasez de alumbrado público. «Pagamos los mismos impuestos que los demás, debería invertirse en el barrio al menos el 10 por ciento de lo que nos cobran», dice el presidente de la asociación de vecinos del Meridiano, José Carlos Mas.

Por su relato parece que casi todo ha empeorado. «A medida que la gente mayor ha ido muriendo los huertos han dejado de trabajarse», de manera que donde antes olía a azahar, ahora hay nidos de ratas debido a la cantidad de maleza acumulada, explica el portavoz vecinal familiarizado con la zona desde hace cuarenta años. Las acequias donde décadas atrás se pescaban anguilas y los niños se refrescaban, hoy en día están completamente secas y, además, no se limpian, según explica. Su abuelo, Antonio Mas, era el encargado del pozo del camino Donacioneta con el que se regaban los huertos de una pequeña cooperativa de vecinos, recuerda el nieto con nostalgia. Ahora solo quedan unas pocas tierras cultivadas y el riego se hace por goteo. Nada comparable a lo de hace treinta o cuarenta años.

Mientras, en cualquier esquina se acumulan escombros durante días. Restos de poda, troncos de palmeras enfermas por el picudo rojo, muebles desvencijados y electrodomésticos estropeados quedan apilados en los caminos, normalmente al lado de los contenedores de basura, formando pequeños vertederos. «Hace falta un punto verde para este tipo de residuos en la zona», indica Mas, quien critica también el comportamiento de algunos vecinos. «Mucha gente no tiene sentimiento de Marjaleria», dice el presidente de la asociación en referencia a aquellos que la descuidan.

El entorno del Meridiano es eminentemente residencial. No hay bares cerca, ni comercios, nada que facilite la rutina diaria. Ni siquiera cuentan con transporte público. «Mucha gente mayor acaba marchándose de la zona porque no tiene cómo desplazarse», afirma Mas. Según dice, «pasa un autobús que va parando por donde la gente le hace el alto, no hay paradas en el barrio, por lo que no se sabe a qué hora pasa en cada momento ni por dónde». Por ello, reclama un medio de transporte público, «aunque sea un microbús, con poca frecuencia», se conforma el presidente de la asociación.

Mientras pasea a la sombra de los lledoners, los olivos y los álamos del Meridiano, Mas reconoce que al margen de la falta de servicios y de «cierto abandono» que sufre el barrio, es un buen sitio para vivir. «No hay problemas de aparcamiento ni ruidos, es un lugar muy tranquilo», dice Mas mientras observa los caminos por los que solo de vez en cuando circula el coche de algún vecino.

El mayor ajetreo que vive la zona se concentra precisamente en este fin de semana del 15 y 16 de agosto. Hoy ponen fin a cuatro días de celebración en los que los vecinos han organizado comidas, cenas, juegos infantiles y verbenas en su zona verde predilecta. Los festejos culminarán con un almuerzo para las mujeres del barrio y un concurso de paellas. Así los «marjaleros» del Meridiano disfrutan del parque, que desde hace quince años es su principal baluarte.