Cuando el portero es el mejor de tu equipo, mal asunto. Y cuando tu único disparo a puerta lo hace un central a falta de un cuarto de hora del final, peor. El Villarreal cayó en el estadio más italiano de Primera División, el Ciutat de València. El Levante es un equipo que no desentonaría en la Serie A junto al Carpi o al Chievo Verona y los amarillos, que son más del fútbol de salón que de la sangre, el sudor y las lágrimas propios del imaginario del fútbol transalpino, se vieron enredados en un partido en el que no estuvieron cómodos en ningún momento.

El equipo acabó con 10, tras la locura de Jokic que en 35 minutos vio dos amarillas, y Deyverson firmó el epílogo esperado, una derrota que castiga a un equipo apagado, al que le pesó el liderato. Pero aún así el Villarreal se mantiene primero tras el empate del Madrid en el Calderón.

Se desvaneció el hechizo. La primera parte del duelo de ayer mostró a un equipo desnortado, siempre a remolque, que se vio contagiado por la propuesta futbolística del Levante de Alcaraz. Los azulgrana, como es habitual en ellos, buscaron imprimirle al encuentro un ritmo cansino, espeso y lo lograron a base de faltas, físico y paciencia.

Esta actitud desquició a un submarino que, una semana atrás, había combatido esa misma estrategia, en aquella ocasión desarrollada por el Atlético de Madrid, con claridad en la conducción del esférico y una línea de ataque eléctrica que marcó diferencias. Pero ayer, de medio campo hacia adelante, los amarillos no existieron y atrás no mostraron su mejor versión valores seguros como Víctor Ruiz o Mario.

Mención aparte merece Jokic que salió al campo revolucionado, en el mal sentido de la palabra, y se ganó una amarillo antes del minuto 5. Pero ese aviso no sirvió para nada porque media hora después tumbaba a Iván López con una segada, le lesionaba y se marchaba al vestuario expulsado.

Pero esto sólo era el reflejo de las sensaciones negativas que ofreció el equipo. Alfonso Pedraza, que sorprendió siendo titular en el extremo izquierdo, se mostró voluntarioso pero sin capacidad de desborde. No tuvo balones Soldado arriba y Pina y Trigueros en ningún momento se hicieron con el control del balón.

Enfrente, por la izquierda, Toño le rompía la cintura una y otra vez a un Mario perdido, desconocido. En el otro lado, Iván López forzó a Jokic una y otra vez hasta que logró que se marchara a la caseta por doble amarilla. Sólo le faltó acierto a un Levante que avisó con un par de centros de Iván López y Morales que no encontraron rematador por el buen hacer de Areola y Bailly.

El guardameta francés se erigió como salvador en el descuento. Primero, tras un fallo coordinado de Mario y Bailly, Toño apuró la línea de fondo y cedió a Roger. Areola estuvo providencial para evitar el 1-0. Un minuto después, en la banda contraria, la derecha, fue Morales quien se escapó para cedérsela en el área a Deyverson. El portero amarillo rechazó su disparo y volvió a salvar a su equipo de terminar el primer acto por detrás en el marcador.

Deyverson decide

Marcelino buscó controlar la pelota y lo intentó con la entrada en el campo de Samu Castillejo y Jonathan dos Santos. Lo logró pero, en esta ocasión, el dominio del esférico no se tradujo en peligro. Bailly sumó el único disparo entre los tres palos para el Villarreal en el minuto 73, tras un córner que prolongó Soldado.

Los de Alcaraz mostraron todas sus carencias, impotentes a la hora de marcar contra un equipo con uno menos. Pero el Levante contaba con el as en la manga de Nabil Ghilas. El argelino se inventó un centro tremendo al corazón del área, a falta de siete minutos, que resolvió con un zambombazo Deyverso. Primer traspié del curso.