La festividad de San Dionisio/Sant Donís fue una fiesta ruidosa en la Valencia medieval que celebraba la conquista del rey Jaime I. En consecuencia, tras la Guerra de Sucesión del siglo XVIII y la abolición del fuero fue reprimida por el nuevo régimen que elevó al trono a Felipe V, de la dinastía Borbón. Entonces -según las crónicas-, los huertanos, como medida de protesta contra las autoridades, decidieron sustituir los masclets y los cohetes de la pirotecnia por mazapanes con formas de hortalizas y piuletes que los novios regalaban a sus prometidas envueltos en un pañuelo de seda. La tradición de la Mocadorà -una especie de San Valentín autóctono- no traspasó nunca a las otras capitales del antiguo reino. De este modo, los castellonenses, como los alicantinos, vivieron ajenos a las connotaciones patrióticas y/o amorosas de la jornada.

Únicamente los ecos que fue adquiriendo la festividad en los tiempos de don Teodoro Llorente alcanzaron a los oídos de nuestros vecinos mas valencianistas. Hasta ellos también llegó la controversia de los republicanos partidarios de Blasco Ibañez de rechazar el 9 de octubre por lo que tenía de exaltación de la monarquía, aunque fuera en la figura de un rey de Aragón ya fallecido. Así, supieron de la existencia de la bajada de la Reial Senyera, que no se inclinaba nunca, de la procesión cívica hasta el parterre donde se ubicó la estatua ecuestre del Conquistador y hasta del solemne Te Deum en la catedral (y los más jocosos aseguraban que allí daban un te). Pocos se sabían el himno -hoy oficial de la comunidad autónoma- y entonces solamente conocido como el «de l´Exposició regional». Por tanto, el ingenioso hombre de letras que fue Diego Perona lanzaba un porfía: ¿En què es pareix un criminal a l´himne regional? Y, ante la extrañeza de su interlocutor, respondía: «que el criminal asesina i l´himne regional ´´hase asina´´: Per a ofrenar noves glòries a Espanyaaaa». Esta y otras bromas lo llevaron hasta el exilio ruso.

La «Senyera» en la dictadura

Como la Reial Senyera no se inclinaba -incluso ganó la guerra y participó en el primer desfile de la Victoria- la dictadura no vio ningún problema en que García Smith la vendiera entre la clientela en su comercio de telas de la calle La Paz. Lo que no podían prever los jerarcas del régimen es que, habiendo prohibido las cuatro barras catalanas, algunos de los vecinos del Principado se desplazaran hasta Valencia para proveerse de banderas en la tienda de García Smith y después se emplearan con la tijera... sense blau.