El entorno natural de Benicarló contiene rincones llenos de encanto para aquellos que saben apreciar la práctica del senderismo en diferentes trayectos envueltos también en patrimonio rural e historia. De hecho, el Ayuntamiento de Benicarló presentó siete rutas marcadas por expertos, entre ellos los del centro excursionista Xiruca, que parten desde la ermita de Sant Gregori y dibujan un recorrido que puede llevarte de la mano o bien hasta la costa y el mar, o bien hasta lo más alto de la montaña.

Patrici Gil, poeta de territorio, se conoce como la palma de su mano los caminos y sendas del término municipal y sus partidas limítrofes.

Con un territorio por el que te guía casi con los ojos cerrados, Gil elige una de las rutas que en el mapa se denomina «Rutes i senders saludables» y está señalizada como la ruta azul.

Nombres, nomenclatura y toponimia de significado local a menudo, que construye la memoria colectiva. Así, Gil empieza el trayecto desde el Camí de Don Julio -o Camí de Julio el Mas-, para acceder a la partida de La Sotà, lugar que acogió las primeras huertas benicarlandas gracias a su buena tierra sin piedras. Entonces, «solamente existía huerta en la Partida Povet, junto al mar, en la partida Sotà y en el fondo de Surrac. Fueron las primeras huertas de Benicarló, el resto era secano», concreta. Dejando este paisaje actualmente de huerta y a 300 metros del Camí Molines encontramos olivos Farga, de los pocos que quedan en la localidad, y que «tienen más de 600 años». Con el viento jugando entre las hojas y ofreciendo las tonalidades verdosas típicas de un mar de olivos, buscamos el camino adyacente al inevitable paso de la modernidad, la autopista que marca el pulso a la velocidad entre el silencio de los campos.

Por esta senda se llega al Corral del Petiquillo y al Aljub de la Pistola, allí se emplazaba un campamento en la Guerra del Francés, de hecho en la partida colindante a Peñíscola, se encuentra la partida de Pou del Olla, que en el término de Peñíscola muestra algunas cavidades practicadas en el suelo en las que los franceses conservaban sus alimentos durante el conflicto.

Para seguir nuestra ruta enfilamos terreno adentrándonos por sendas y cañadas reales, «esta via pecuaria estaba bastante abandonada, pero se ha recuperado, desde allí se puede subir hasta el Corral del Petiquillo, lugar desde donde podemos gozar de unas vistas sobre Benicarló, Peñíscola y el Montsià magnificas», apunta Gil, y añade el interés patrimonial de las casetes de pedra en sec, típicas de la arquitectura rural de la zona.

Desde este punto se puede seguir camino hasta llegar a otro lugar emblemático: la Basseta del Bovalar. Antes era una hondonada que recogía el agua de lluvia. Actualmente se nutre de agua de pozo y en ella se pueden encontrar patos salvajes y fauna de la zona. Gil también indica que en tiempos existía un aljibe, «actualmente está desaparecido». La Basseta tiene el honor de conservar el olivo más venerable de todo el municipio, «es la de mayor perímetro, y es milenaria».

El siguiente punto de la ruta es El Tres Colls, entre la ermita del Rocío, que queda a la izquierda, y La Tossa. Este último emplazamiento natural estuvo hace unos años a punto de ser transformado en un campo de golf. Es un lugar que conserva vestigios de un poblado íbero y algún antiguo horno de cal. El camino, desde allí, ya marca el inicio del final de la ruta, que se sitúa en la Creu de Pàndols, «separa Càlig de Benicarló y en la misma cruz podemos buscar el Camí dels Cebollers, que es un antiguo camino de carretas». El regreso nos depara otros nombres legendarios de caminos, como el Camí Moliners y el Camí Mallols y al Mas del Marqués, con una balsa cuya construcción despierta un cierto interés.

Para Gil, como para otros caminantes, descubrir el entorno más cercano te acerca al carácter y la idiosincrasia de un territorio. «Hay gente que no lo conoce lo suficiente y es un camino asequible que te permite también acercarte a la botánica más cercana y a las hierbas aromáticas y medicinales, aves y paisajes. Hay fincas que aún conservan sus cocós para recoger agua», indica.

Todo el término de Benicarló ha sufrido una gran transformación a lo largo de los últimos 30 años, como señala Gil. La huerta ha conquistado terreno al secano, «está desapareciendo del paisaje benicarlando», concluye nuestro guía.