El alcornoque (Quercus suber) es más valenciano que la Senyera. Hunde sus raíces en nuestras tierras desde miles de años antes de que Jaume I nos diera los Furs. La "surera", como se le conoce por aquí a este árbol de los prodigios, que es capaz de regenerar su corteza de corcho cada 9 o 12 años, sólo crece en el oeste del Mediterráneo. Del millón y medio de hectáreas (ha) que quedan en el mundo, unas 8.000 pintan los paisajes de la Serrà d'Espadà, la Calderona y de Pinet, en la Vall d'Albaida.

Sin embargo, si nadie lo remedia, los alcornocales pueden empezar a tener más pasado que futuro. La alerta la ha lanzado un estudio en el que han participado más de 60 científicos de Europa y el Norte de África. Juli G. Pausas, del Centro de Investigaciones sobre Desertificación (CIDE) de Valencia, es uno de los tres coordinadores de este informe que con el título "Cork Oak Woodlands on the Edge" (Alcornocales al límite) se ha publicado en EE UU bajo el patrocinio de la Sociedad Internacional para la Restauración Ecológica.

"La amenaza es doble", cuenta Pausas, quien explica que mientras en el Magreb "el problema es la sobreexplotación de los alcornocales", que están retrocediendo ante las talas y el pastoreo abusivo, en Europa el peligro llega por todo lo contrario, "por el abandono". "La utilización sostenible de estos bosques durante miles de años para la extracción de corcho está dejando de ser rentable ante la expansión de los tapones de plástico en el sector vitivinícola", apunta.

El tapón de plástico mata al corcho

Esta moda surgió de las bodegas de California y Australia "con el argumento de que con el corcho el vino 'respira' y cambia sus propiedades". "No es cierto -continúa- que con el corcho el vino se contamine ya que la calidad de los tapones de ahora es mucho mejor que hace 20 años, especialmente los de la Serra d'Espadà".

Además, alerta de las consecuencias medioambientales de "millones de tapones de vino y cava hechos de material no reciclable". "El plástico contamina y el corcho no", recalca. En este sentido, el investigador del CIDE, un centro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y de la Universitat de València, defiende que un etiquetado de las botellas que destaque la utilización de tapones de corcho natural "sería muy deseable, puesto que proporcionaría un criterio para la selección del vino a los consumidores interesados en la protección de la naturaleza".

Pausas advierte de que los alcornocales "están en peligro de desaparecer si no se les da un uso". No obstante, si se compara con el resto de la Península, las "sureres" "son un modelo a seguir por su alto nivel de regeneración". Primero, por "la ausencia de grandes herbívoros (toros, corzos...) y animales como los cerdos, que al comerse las bellotas dificultan la regeneración". La segunda clave es la presencia de "dispersores de bellotas, como el arrendajo", un ave que está contribuyendo a expandir el alcornoque por los campos abandonados de los Parques Naturales de la Serra Calderona y de la Serra d'Espadà.

La regeneración natural del alcornocal valenciano, relata Pausas, "aunque es pequeño en comparación con los de Portugal, el oeste de Andalucía y Extremadura, se ha convertido en un modelo a seguir". De hecho, revela, están recibiendo llamadas "de investigadores de toda España" interesados en el caso valenciano. Así, en el Parque Natural de la Sierra de los Alcornocales, en Cádiz, la mayor superficie de alcornoques de Europa, están intentando reproducir este modelo de regeneración natural "vallando zonas con el fin de disminuir la presión de los herbívoros y facilitando la fauna dispersora".

Pese a estos esfuerzos, concluye, "no hay que olvidar que la mejor medida de supervivencia del alcornocal es darle un uso sostenible", algo que dependerá de que el tapón de plástico no hunda al de corcho.