Aunque tiene enemigos deslenguados que lo llaman "Su Menudencia", y pese a que es conocido como el "pequeño Ratzinger" desde hace dos décadas, el cardenal valenciano Antonio Cañizares no para de crecer. Y no en estatura física, sino en algo que le preocupa más: la curia romana. Benedicto XVI lo acaba de nombrar nuevo miembro de la Congregación para las Causas de los Santos, que se ocupa de los procesos de beatificación y canonización. Suma así otro cargo vaticano a los que ya le ha concedido el papa Ratzinger, su gran valedor en Roma desde los años noventa.

Entonces, el cardenal alemán propició que Cañizares -por aquel entonces obispo de Ávila- accediera a la Congregación para la Doctrina de la Fe que él presidía. Allí estrecharon lazos debido a la similitud de sus perfiles: grandes teólogos, puristas de la tradición y ultraconservadores desde el alzacuello hasta el borde de la sotana. Tardó -como tardan todas las cuitas vaticanas-, pero la conexión entre Ratzinger y Cañizares dio sus frutos. El alemán fue elegido Papa en 2005. Y en su primer consistorio público (marzo de 2006), entregó el capelo cardenalicio a su amigo de Utiel. Cañizares ya era príncipe de la Iglesia. Pero Benedicto XVI lo quería más cerca. Y en diciembre de 2008 lo nombró prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Es decir, titular de uno de los nueve ministerios vaticanos. Antonio Cañizares abandonó la diócesis primada de Toledo y se mudó a la Ciudad Eterna para hacer carrera.

Hay quien considera su ministerio un ramo menor. No lo es, en cambio, para Benedicto XVI, un pontífice obsesionado con las formas y que ha encomendado a Cañizares una reforma litúrgica que reconduzca algunas desviaciones posteriores al Coniclio Vaticano II. El cardenal ya ha hablado de recuperar en la liturgia "la adoración, el respeto, la veneración, la contemplación, la oración, la alabanza, la acción de gracias y muchas otras cosas que corren el riesgo de diluirse". Pero más ilustrativo que sus declaraciones es una anécdota, hasta ahora desconocida, que ocurrió el pasado agosto en Benagéber.

A este pueblo de la Serranía con 142 habitantes llegaba la imagen peregrina de la Geperudeta. Cañizares, que pasaba esos días en Sinarcas -donde tiene chalé y familia-, quiso estar en Benagéber, pueblo en el que vivían sus padres antes de que fuera inundado por las aguas del pantano. El cardenal compartió con los vecinos el traslado de la imagen. Y después, en la misa, con tono grave, amonestó a los feligreses porque habían estado hablando durante el traslado de la imagen en vez de estar rezando. Los fieles, hasta entonces de fiesta, se quedaron perplejos ante la reprimenda de este guardián de la tradición.

En el "círculo íntimo" del Papa

Así es Cañizares. Aplicado, severo y firme en sus posiciones. También por eso empatiza tanto con Joseph Ratzinger, que también le ha nombrado miembro de las relevantes comisiones pontificias Ecclesia Dei y América Latina. Según explica Jesús Bastante, vaticanista y redactor jefe del portal informativo Religión Digital, "su cercanía al Papa es más que evidente". "Benedicto XVI le ha incluido dentro de su círculo más íntimo de colaboradores, y como máximo responsable de una de las tres patas de su pontificado (las otras dos son la lucha contra la pederastia y el diálogo interreligioso): la reforma litúrgica. Cañizares, el pequeño Ratzinger, está llamado a grandes cosas".

¿Qué pueden ser grandes cosas para este valor en alza que sólo tiene 65 años? "En Roma se habla de Cañizares como de un tapado de Ratzinger que entraría en las quinielas de papables en el próximo cónclave", asegura a este diario otro buen conocedor de los asuntos vaticanos. ¿Aspira al trono de San Pedro el purpurado de Utiel? Hay quien dice que sí. Pero nada es más difícil de pronosticar. Ahora bien: aparte de las guerras internas, Cañizares deberá luchar contra el mal recuerdo que dejaron en Roma los únicos tres papas españoles de la historia: Benedicto XIII, el Papa Luna aragonés hoy considerado "antipapa", y los dos pontífices setabenses de la familia Borja, Calixto III y Alejandro VI, cuyos restos mortales reposan simbólicamente fuera de la cripta del Vaticano, olvidados en una iglesia romana. ¿Qué ocurrirá con Antonio Cañizares? Como siempre en el Vaticano, habrá que esperar. Pero sin dejar nunca de crecer.