El pasado 9 de enero cumplió 90 años. Cuarenta los ha vivido en la Policía Local de Valencia, casi la mitad como jefe de este cuerpo municipal. El 23-F le tocó vivir la noche más larga de los valencianos más que al pie del cañón, enfrente del mismo, pues los tanques de Milans del Bosch también tomaron posiciones ante el ayuntamiento.

¿Cómo se enteró del asalto a tiros del Congreso?

Estaba en mi despacho del ayuntamiento, departiendo con el concejal de Policía (Virginio Fuentes) sobre unos robos y nos interrumpió la llamada de un agente avisándome de que se había armado 'follón en el Congreso'. Le dije que si me estaba tomando el pelo, pero me contestó 'ponga, ponga la radio y verá'. Conecté la emisora y oí todo aquel desbarajuste. La gente también se fue enterando por la radio y yo hubo un momento que lamenté no tener una cámara de fotos a mano para retratar la barbaridad de coches que huían pasando por la Plaza del Ayuntamiento. La ciudad se vació en un instante.

¿Y luego el bando de Milans?

En la estación de radio captaron el bando en el que se proclamaba el estado de guerra y me bajaron al despacho una copia que habían tomado a mano alzada. Al ver el texto, se lo di al concejal y éste, mientras lo leía, decía 'pues esto es grave'. Como lo repetían constantemente, puse otra vez la radio y, tras escucharlo, el concejal gritó '¡Vamos a ver al alcalde!'Ricard Pérez Casado, que estaba en el ayuntamiento, ya sabía algo pero no tenía el texto del bando, por lo que se lo dimos. En aquel gabinete de crisis el alcalde ordenó que los funcionarios se marcharan a casa y me dijo, 'Veas a ver lo que haces, por si vienen a tomar el ayuntamiento'. '¡Pues como no sea ponerles una multa por conducir los tanques en contra dirección...', le contesté.

¿Cuál fue su primera decisión?

El alcalde me dijo que me fuera también a casa, pero yo me negué porque no sabía cómo iba a acabar todo aquello. Entonces decidí avisar a todos los policías que estaban de turno de descanso que se incorporaran al servicio, pues temía que pudieran llegar a fusilar a los agentes de permiso por creer que hacían huelga contra el golpe. Vivimos la noche en la incerteza.

¿Cuál es el recuerdo que guarda de los tanques en Valencia?

El ruido. Entraron y prácticamente llenaron la ciudad. Lo que recuerdo es el rumor de sus motores, que lo inundaba todo.

¿Temió que intentaran tomar el ayuntamiento por la fuerza?

Teníamos mucho miedo, porque nadie sabía absolutamente nada de lo que iba a pasar, pero cuando descubrí que al mando de los tanques estaba un teniente coronel que era amigo mío porque habíamos estado juntos en el ejército, me tranquilicé un poco. Vi que habían elegido la plaza del ayuntamiento como centro de operaciones, porque pusieron allí un par de morteros, y lo que es más importante, la cocina, lo cual indicaba que venían dispuestos a pasar mucho tiempo desplegados. Allí se estableció el teniente coronel jefe al frente del operativo y también vino el general de la división de carros.

¿Cuál fue su relación con ellos?

Salimos del ayuntamiento a cumplimentar al general y el segundo que tenía yo, que era muy bueno, Julio Casillas, se acercó a saludar al ayudante del general. Muchos de los militares que se echaron a la calle en Valencia no sabían que estaban participando en un golpe de Estado. De hecho, al teniente coronel le dijimos: '¿pero, cómo es eso de que os habéis echado a la calle?' 'No hombre, es una maniobra idiota que se le ha ocurrido a alguien', me contestó. '¿Qué? ¿maniobras...? si os habéis echado a la calle', le replicó mi segundo. Ante su perplejidad le invité a entrar en el ayuntamiento para que escuchase la radio y supiera lo que ocurría de verdad.

¿Y qué pasó cuando oyó la radio del retén de la policía?

El oficial aseguraba que estaban de maniobras, pero yo le decía que se había sublevado contra el Rey, que se estaban cargando la democracia, y que además era el único en toda España. Mi segundo, se lo repitió para que no quedaran dudas: 'Oye, que sois los únicos que os habéis tirado a la calle', y él contestó sorprendido: 'Eso no lo sabe el general'. 'Pues díselo', le insistí. '¿Y en Castelló?', me inquirió, 'tampoco, os habéis quedado solos'.

¿Se lo creyó?

No del todo, como pensaba que tal vez lo que decía nuestra emisora era una encerrona, salió fuera. Tras escuchar lo que se oía en los transistores de la tropa volvió a decirnos que las radios de los soldados también decían lo mismo, 'hombre si te parece me lo voy a inventar yo', le respondí. Entonces, decidió comunicárselo al general.

¿Cómo fue la escena?

Desde lejos veíamos cómo se lo contaba a su superior, y a éste le cambiaba la cara. Pocos minutos después el general se fue. Luego supe que había ido a Capitanía, a decirle a Milans del Bosch que las cosas no eran como le habían dicho y que él se había echado a la calle porque le aseguraron que iba a pasar lo mismo en toda España. De modo que aquella pequeña conversación quizás ayudó a finalizar el levantamiento en Valencia.