1.282 elefantes, 2.044 búfalos, 332 leones, 144 leopardos y 132 rinocerontes. Es la lista de todas las piezas de caza mayor que se ha cobrado a lo largo de su vida el ya octogenario Antonio Sánchez-Ariño, el valenciano conocido como el último gran cazador de elefantes.

Haber liquidado a la práctica totalidad de la representación de la selva africana en el Arca de Noé, salvo los monos, no ha sido óbice para que el promotor de safaris haya impulsado, junto a su mujer, Isabel de Quintanilla, la Asociación de Cazadores Solidarios, que, según relatan en su propia página web, ha construido una escuela para jóvenes maasais en Ngage (Tanzania), cerca del Kilimanjaro y de algunos de sus cotos de caza. La Conselleria de Solidaridad acaba de subvencionar con 25.000 euros la construcción de otro centro en el distrito de Mikinga. Varias fuentes consultadas en el mundo de la cooperación no daban ayer crédito a la presencia de una entidad tan atípica en el listado de las ayudas a proyectos para el desarrollo.

La propia Isabel de Quintanilla, que preside la Asociación de Cazadores Solidarios, contaba en primera persona la experiencia "inolvidable" de un viaje a la escuela, que tenía 341 alumnos, justo cuando terminaban sus estudios 73, acompañada por amigos de Valencia. En un reportaje en el magacine de "El Mundo", defendía que había "matado muchos elefantes, pero he protegido a muchísimos más cooperando en la creación de reservas...". En Botsuana hay, comentó, "más elefantes de los que acepta la vegetación del lugar. ¿Qué sucede? Pues que no se ve un árbol en pie, que están terminando con el equilibrio natural. Un auténtico drama. Que nadie llore pensando en que estamos matando a Dumbo y todas esas tonterías", zanjó el aventurero y cazador profesional.