Fue a finales del mes de junio cuando en estas páginas saltó a la palestra el presidente del Colegio Oficial de Odontólogos y Estomatólogos de Valencia, Enrique Llobell, para apuntar unas cifras alarmantes. La mitad de los titulados en odontología que concluyeron sus estudios en 2010 está en paro y un 10% tiene un trabajo en precario, mientras que otro 12% ha tenido que emigrar al extranjero para buscarse la vida.

El negocio que envuelve al sector de la salud dental ha generado, por un lado, la proliferación de clínicas franquiciadas con precios bajos y enfocadas, en muchas ocasiones, a la estética más que a la sanidad. Y por el otro, que las universidades privadas valencianas han visto un negocio en una carrera hasta ahora atractiva para los jóvenes. Quizás -con las cifras del paro en la mano- los números se cambien.

Quienes han decidido tomar la iniciativa son decenas de jóvenes odontólogos valencianos. Profesionales de los dientes que han buscado en la formación y la investigación una salida laboral con garantías en sus clínicas, para ofrecer un servicio de calidad o especializado en tiempos en los que ser dentista significa ser uno más de los cientos que hay repartidos de norte a sur de la geografía valenciana a la búsqueda de pacientes o de clientes, según se mire.

Paola Fraboulet dirige su clínica en Alboraia. Estudió en la Universitat de València, acabó la carrera en Tolouse en 1999 y después siguió su formación de cirugía en Cuba y en ortoposturología en Francia, además de finalizar un sinfín de cursos. Es un claro ejemplo de que para ser competitivo y buen profesional hay que seguir formándose. "No me considero especialista en nada, me gusta saber de todo para poder ofrecer tratamientos completos, con los que rehabilitar la boca de forma integral", afirma.

Esta joven dentista se muestra crítica con la proliferación de facultades de odontología y cree que "no hay trabajo para todos". Del mismo modo lamenta la imagen que representan muchas clínicas que nacen bajo el paragüas de una marca comercial. "No me gusta que se considere la salud como una mercancía más, se juega con el desconocimiento de la gente en esas clínicas y se aprovechan de la importancia que la imagen tiene hoy en día. Además, la mayoría de las clínicas franquicia no las dirige un dentista y sí un empresario que, por lo tanto, sólo busca la rentabilidad y no la salud de sus clientes".

A todo ello, el dentista es un profesional de la sanidad no muy bien considerado en el subconsciente del enfermo. "Tenemos mala fama", reconoce Fraboulet. "Fama de hacer daño y fama de ser caros".

"A la cola de Europa"

Si un niño tiene que ir al médico va a un pediatra. Pero, ¿y si tiene que ir al dentista? Eva Baldó ha buscado la especialización en niños. Es odontopediatra y tiene una clínica específica en Xàtiva. "Estudié odontología en la Universitat de Barcelona. Casi antes de empezar mis estudios tenía claro que quería dedicarme a trabajar con niños, así que al acabar me decanté por hacer el máster en Odontopediatría".

Considera, como los compañeros consultados por este diario, que su profesión no está bien valorada. "En nuestro país no hay reconocida ninguna especialidad, cosa que hace que como en otras muchas cosas, estemos a la cola de Europa".

Para ello Baldó pone un ejemplo muy evidente. "Los pacientes creen que es algo normal acudir a un pediatra privado y que les cobren la primera visita; pero a muchos les extraña ir a al odontopediatra privado y que les cobres la primera visita (que de hecho es la visita más importante)".

De la crisis profesional habla también sin tapujos. "Ya somos demasiados" y remarca que "algunos odontólogos que habían trabajado toda la vida en régimen de trabajador autónomo, están pasando a ser asalariados. Si además no tienen ningún máster o especialidad, posiblemente sea más difícil encontrar trabajo".