Los hechos históricos son conocidos: el rey de la Corona de Aragón Martí l’Humà, que reinaba sobre Valencia, moría en mayo de 1410 sin dejar sucesor ni heredero al trono. Tras casi dos años de interregno e inquietante vacío de poder, los parlamentos de Valencia, Cataluña y Aragón envían a nueve compromisarios a la localidad zaragozana de Caspe —tres representantes por cada reino en una localidad a medio camino para todos— para elegir al sucesor y asegurar así la pervivencia del sistema de confederación política que había regido en los últimos tres siglos. El 22 de abril de 1412 empezaban las deliberaciones. Dos meses después, el 28 de junio, Sant Vicent Ferrer (uno de los tres representantes valencianos en este cónclave político y uno de los más influyentes por el apoyo del Papa Luna de Aviñón en pleno Cisma de Occidente) anunciaba el acuerdo alcanzado: se descartaba al aspirante catalán al trono Jaume II d’Urgell y el nuevo rey, elegido por seis votos, era Fernando de Antequera, infante de Castilla. Su subida al trono suponía un cambio dinástico: el casal de Barcelona se apagaba y daba paso al inicio de la dinastía castellana de los Trastámara al frente de la Corona de Aragón, 67 años antes del matrimonio entre los Reyes Católicos que unía las dos coronas hispánicas (1479) y 295 años antes de la desfeta final de Almansa (1707).

Aquel trascendental cambio dinástico fraguado en Caspe no sólo pervive en los libros de historia y en la pugna dialéctica de los nacionalistas, que han querido ver en este acuerdo el inicio del restablecimiento de la España visigótica o un complot anticatalán. Ahora, para conmemorar el sexto centenario de la efeméride, la pequeña ciudad de Caspe ha iniciado una ambiciosa agenda de celebraciones.

La joya más preciada, tal vez, circula en furgoneta los fines de semana y duerme en una caja fuerte de Ibercaja. Se trata del cáliz del Compromís, el mismo con el que el arzobispo de Huesca Domingo Ram celebró la misa de proclamación del fallo de los compromisarios que entronizaba a Fernando de Antequera aquel 28 de junio de 1412. La pieza es de plata sobredorada, con esmaltes, y no deja dudas sobre su procedencia, pues existen dos grabados en su pie: el uno con las llaves papales y las iniciales de Aviñón, y el otro con la marca del platero que lo realizó.

Según explica Cristina Ferrer, presidenta de la Asociación Amigos del Castillo del Compromiso de Caspe y activista local en la defensa del patrimonio, el llamado Cáliz del Compromiso estuvo escondido en una caja fuerte de Ibercaja durante muchos años, hasta que el año pasado se inauguró el Museo Diocesano de Zaragoza y trasladaron allí el cáliz como una de las piezas principales del museo. Para este sexto centenario, el cáliz se ha trasladado a la sala capitular de la colegiata de Caspe, remodelada para la ocasión. Allí se expone los fines de semana, protegido por un cristal de seguridad. Pero para mayor precaución, la joya pasa la noche en una caja fuerte de Ibercaja y es trasladado en un furgón hasta Santa María la Mayor.

En esta colegiata sigue reinando el olor a historia. En su pórtico, Sant Vicent Ferrer hizo pública la sentencia de los nueve compromisarios en 1412. El próximo 29 de junio volverá a realizarse en ese mismo pórtico la lectura teatralizada del acuerdo. Con un complemento muy atractivo: toda la gente tendrá acceso a ver el único ejemplar del acta original del Compromís de Casp, el documento notarial firmado el 25 de junio de 1412 que designa al infante Fernando como Rey de la Corona de Aragón.

El acta, declarada Bien de Interés Cultural por su valor histórico, está escrita sobre un soporte de vitela que mide 417 por 540 milímetros. Y lo más curioso de todo: pertenece a la familia Ram de Viu, que la heredó del obispo de Huesca Domingo Ram y que la ha custodiado, generación tras generación, durante seiscientos años acolchada entre sábanas. Hace un mes, el representante de la familia, Carlos Javier Ram de Viu, entregó el acta en depósito (válido sólo por un año) al Gobierno de Aragón a cambio de que la restaure y la exponga en el Archivo provincial de Zaragoza.

Huella del Compromís en Xàtiva

El gran perdedor de aquel acta, de aquel compromiso, fue Jaume II d’Urgell, el candidato catalán que sólo recibió tres votos. Tras la derrota diplomática, el conde de Urgell decidió alzarse en armas contra el rey trastámara y acabó rindiéndose el 31 de octubre de 1413, en el castillo de Balaguer, para recibir una condena a muerte que luego sería conmutada a cadena perpetua. El sabor valenciano de esta historia todavía se encuentra hoy en el Castell de Xàtiva. Allí, quinta prisión por la que pasaba, estuvo encerrado entre 1426 a 1433 quien pudo ser rey y finalmente no lo fue. Allí murió Jaume II d’Urgell. Y allí reposan hoy sus restos, metidos en una urna y cobijados por una oscura y enrejada capilla, para extrañeza de visitantes y olvido de su pueblo.

Pero volvamos a 1412: el acuerdo se adoptó en el castillo de Caspe. Ese castillo, que se expolió tras la Guerra Civil, está ahora mismo en proceso de restauración. Las obras empezaron en el mes de enero y actualmente se hallan a la mitad. La concejal de Cultura de Caspe, Elise Ventura, espera que la restauración «pueda inaugurarse para los actos festivos del último fin de semana de junio». Entre ellos figura la restauración a fondo del Salón del Compromiso, el habitáculo en el que los nueve de Caspe adoptaron el acuerdo.

Hay, además, una sorpresa de última hora sobre esa firma histórica. La Dirección de Patrimonio del Gobierno de Aragón ha informado del ofrecimiento de una mesa, propiedad de una familia caspolina, sobre la que aseguran que se firmó el compromiso. Falta la comprobación científica mediante el método de datación del Carbono-14, pero si se confirma se trataría de un hallazgo de gran calado simbólico.

Sería otro motivo de orgullo local para una población de 10.000 habitantes que siente el Compromís de Casp —el de los libros de Historia— como algo muy vivo y más suyo que del resto de la antigua Corona de Aragón. Basta oír a la caspolina Cristina Ferrer: «Fue un avance que se eligiera a un rey gracias a los acuerdos y se evitara una guerra. La palabra pudo a la fuerza. Y todo eso se hizo aquí».