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Las dos bombas atómicas que el ejército norteamericano lanzó sobre Hiroshima y Nagasaki, hace ahora 67 años, sirvieron para finiquitar la II Guerra Mundial, pero sembraron un rastro radiactivo que continúa vivo en la actualidad. Empujadas por el viento, las partículas radiactivas de cesio-137 procedentes de las dos armas nucleares se desplazaron por todo el globo alcanzando, entre otros puntos, la península ibérica, y por ende la Comunitat Valenciana. Así lo revela un mapa elaborado recientemente por el Centro de Investigaciones Energéticas Medioambientales y Tecnológicas (Ciemat), en el que el territorio valenciano aparece lejos de las autonomías con una mayor índice de este elemento radiactivo.

Sin embargo, no hay razón para la alarma. Los niveles de cesio-137 registrados se encuentran muy por debajo de los que podrían resultar peligrosos para el ser humano y el medio ambiente, ya que mientras el umbral de la contaminación por este tipo de partículas se halla en los 37.000 becquerelios, los mayores datos recabados en España - en el País Vasco- se hallan entre los 3.600 y los 6.000.

En la Comunitat Valenciana , la zona que presenta un mayor grado de cesio-137 es el área próxima a la central nuclear de Cofrentes, donde la medición de este estudio ha detectado una concentración de entre 1.475 y 2.287 becquerelios, algo que para José Miguel Arnal, director del Instituto de Seguridad Industrial Radiofísica y Medioambiental (Isirym) de la Universidad Politécnica de Valencia, no tiene relación alguna con esta instalación nuclear, ya que "ni el cesio-137 ni otras partículas radiactivas salen desprendidas de la central, por lo que deben ser otras las razones de la presencia del cesio-137 en esta zona".

Sobre los datos que aporta el estudio, el profesor Arnal añade que "es importante conocer cuál era el punto de partida antes de que estallaran las bombas, porque así se podría conocer realmente el alcance que han tenido estas explosiones en la situación actual, puesto que en el medio natural también se genera radiactividad".

La investigación del Ciemat, que ha contado con la información de muestras obtenidas a más de un metro de profundidad en 34 puntos diferentes del estado y también con las cifras de 778 estaciones meteorológicas, detalla que además de las bombas nucleares norteamericanas, las pruebas de esta naturaleza realizadas antes y después de la guerra por la extinta URSS y por Corea del Norte, así como el accidente de Chernóbil, también han influido en el mapa del cesio-137 actual.

En este sentido, Arnal reconoce que "es muy probable que el cesio-137 presente a día de hoy provenga de estos sucesos, ya que cabe recordar que la vida media de este tipo de partículas puede superar los cien años, aunque también depende del tamaño y la concentración".